martes, 16 de octubre de 2012

Prohibido prohibir tanta insensatez


Leí el artículo de Juan Miguel Alvarez, escritor pereirano, en la revista el Malpensante, sobre un decreto municipal relacionado con los indigentes y la mendicidad.

Lo busqué, es el No. 716 de septiembre de 2012, y en su primer artículo se despacha con esta insensatez: “prohibir a cualquier persona en el Municipio de Pereira, dormir o ejercer la mendicidad de forma estacionaria, en las calles, andenes, parques y otros espacios públicos que componen el área urbana y rural del municipio”. 

Al leerlo, me acordé de una señora que fue Alcaldesa de Dosquebradas. En una de sus primeras reuniones con constructores, dijo que no quería que le construyeran más viviendas de interés prioritario en su municipio, porque cuando edificaban alternativas de vivienda para los más pobres a ella le tocaba darles espacios públicos, servicios públicos y equipamientos, y que, como no tenía presupuesto, la solución que se le antojaba más lógica era desconocer las necesidades de sus habitantes. Mejor dicho, eliminar a los pobres “por decreto”!!!

Estos temas son complejos. Se dirá que, como en otras cuestiones relacionadas (invasiones en zonas de alto riesgo, ocupación indebida del espacio público), al ejercer la mendicidad y la indigencia opera la economía, y que hay vivos que se aprovechan,explotan a los otros y sacan beneficios. Esto no debe llevarnos a engaños, nadie vive en una ladera a punto de derrumbarse por gusto, ninguna persona expone su dignidad a pedir limosna por puro deseo, así sea un drogadicto, y así sea cierto que en el fondo son verdaderas mafias las que se enriquecen con la desventura ajena.

Es comprensible que los ciudadanos sintamos temor, desazón, molestia, por las actividades que desarrollan estas personas en la lucha diaria por su subsistencia, o que hayamos sido víctimas de ellos, en cuanto a robos, o simplemente al vernos presionados para que les demos una moneda, y que estas experiencias, algunas aterradoras, nos impulsen a pensar que desaparecerlos sería lo más deseable, invisibilizarlos, para sentirnos más tranquilos. Cuidado!!! Aunque sea en teoría, en un estado democrático todos somos sujetos de derechos, así para algunos el único derecho real sea a morirse de hambre y frío debajo de un puente. 

Debería ser evidente, más para quienes gobiernan, que lo ilegal que órbita alrededor de las necesidades de los desposeídos, de los que no tienen ni empleo, ni casa, ni salud, ni más espacio para vivir o subsistir que el público, no niega el hecho de que esas necesidades existan. Parece casi increíble que las autoridades piensen que la solución es prohibirlos por decreto, e intentar devolver o internar a los indigentes. Si la solución fuera así de simple, hace rato que no habría mendicidad en ninguna parte del mundo. Esto es como el viejo cuento de vender el sofá en el que la pareja le ha sido a uno infiel. Se olvida cual es el motor que mueve al mundo, y me dan ganas de repetir: la economía, estúpido, la economía…

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