martes, 28 de marzo de 2017

LA CONCIENCIA POLÍTICA DEL LOGOS Y LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA



Jean-Pierre Vernant, filósofo e historiador francés, dedicó sus estudios a la Grecia Antigua. En algunos apartes de su libro “Los orígenes del pensamiento griego”, nos dice en relación al universo espiritual de la Polis: “El sistema de la Polis implica, ante todo, una extraordinaria preeminencia de la palabra sobre todos los otros instrumentos del poder.”

Y, continúa: “Entre la política y el logos hay, así, una realización estrecha, una trabazón recíproca. El arte político es, en lo esencial, un ejercicio del lenguaje; y el logos, en su origen, adquiere conciencia de sí mismo, de sus reglas, de su eficacia, a través de su función política”.

Me he remitido a la práctica de la democracia en la Polis, porque Occidente deriva sus instituciones y su tradición precisamente de estas fuentes antiguas. El pasado viernes se realizó en Pereira, a instancias de la Cámara de Comercio, el Foro San Mateo, sobre la destinación que habrá de dársele al predio que hoy ocupa el Batallón, y que contó con la participación de cinco ponentes.



El arquitecto Jaime Vélez nos dio ocho muy buenas razones para repensar el desarrollo de las ciudades contemporáneas, mientras que el experto en competitividad, Jorge Ramírez Vallejo (cuya exposición mereció el aplauso en pie del auditorio), nos mostró una mirada más internacional, contemplando variantes posibles que, aunque tangibles, requieren tiempo para concretarse. Felipe Mejía, representante de Camacol, ilustró al auditorio con otras alternativas basadas en los conocimientos técnicos que los constructores manejan en la cotidianidad de sus negocios.  El representante de los colectivos ciudadanos no pudo articular un discurso sustentado en razones, y estos (que llenaron el auditorio) se perdieron la oportunidad de plantar una posición política fuerte, una propuesta concreta con la cual ubicarse en la negociación que forzosamente se ve venir en el ámbito del trámite de cualquier proyecto.

El Alcalde estuvo errático. Su presentación empezó desconectada con el tema, y cuando finalmente abordó el punto lo hizo apelando a generalidades.

Él mismo se propuso, extrañamente, como “facilitador” de los anhelos de todas las posturas en debate, lo cual no se compadece con su posición. 



El caso es que terminó recibiendo órdenes del Ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, quien, sobradamente inteligente, apeló todo el tiempo a su saber para defender la posición del gobierno (propietario del lote), llegando incluso a establecerle un plazo perentorio: seis meses.
Escaso período para decidir qué hacer, y obtener los $200 mil millones de pesos que valen las nuevas instalaciones proyectadas en el vecino municipio de La Virginia.


martes, 21 de marzo de 2017

LOS BEMOLES DE LA DEMOCRACIA



Recientemente en la ciudad se ha presenciado cómo entre los líderes del sector privado, colectivos ciudadanos y representantes del sector público, se desatan verdaderas luchas de poder por los espacios de representación. 


En la teoría cada individuo instalado en el ámbito de participación social democrática tiene igualdad de pensamiento, y su aporte contará con el respeto y la validez que le confiere el ser uno, igual que cualquier otro, en la comunidad.   








En general, nos cuesta adaptar nuestra racionalidad a estos criterios de igualdad, sobre todo por dos razones: por las diferencias educativas y por la posición ética.  Y, la verdad, en esto se dan todos los cruces. Existen personas muy humildes y con bajo nivel educativo, pero con muchos principios. Y, estamos hartos de ver a los “yupis” y gerentes, a los tecnócratas y sabios, robar y desconocer a sus semejantes. ¿Cuál es el equilibrio en este caso? Es, tal vez, imposible obtenerlo.

Podríamos decir, de manera desilusionada, que cada cual hala por su lado.
Y, sin embargo, sabemos que a pesar de las diferencias debemos juntarnos. Somos animales gregarios obligados a tener que soportarnos para poder sobrevivir.  Por lo tanto, resulta definitivo acordar posiciones en temas fundamentales, sobre todo entre los que compartimos unas normas de conducta. Para ello, es necesario limitar, aunque sea temporalmente, las diferencias en cuestiones de forma y en relación a otros asuntos menores que no comprometen la ética de las actuaciones. Llegar a consensos para construir colectivamente siempre será necesario si no queremos dilapidar tiempo y recursos en inútiles disputas.



Aquí, lo realmente importante son los fundamentos éticos de quienes aspiran a ser elegidos en cargos de representación, de carácter público, cooperativo o privado.  Es legítimo querer participar y no se debería estigmatizar a nadie por ese deseo, siempre y cuando el participante pueda demostrar que su motivación principal es el anhelo de servir a su comunidad, que no lo guían motivaciones oscuras y que tiene la capacidad de mantener a raya sus intereses individuales. 







Los intereses legítimos y en el marco de la ley son válidos. Además, todos, sin excepción, tenemos intereses. Por otro lado, siempre existirán diferencias de criterios, educación y formas de ser y proceder. Pero, basados en unos mínimos comunes de acatamiento a las reglas y respeto por los derechos de los otros, podemos llegar a puntos de encuentro que nos congreguen en la defensa de nuestro patrimonio y en el trabajo conjunto para tener una sociedad cada vez más justa y equitativa.
Fotos por: Jess Ar

martes, 14 de marzo de 2017

LE RINDE AL ALCALDE Y LE RINDE A PEREIRA






La buena mano se nota. Es lo que viene sucediendo con la Secretaría de Gobierno.
Adriana Vallejo se echó al hombro una tarea difícil, asumir el gobierno de la ciudad, pero ya empieza a hacerse evidente que hay alguien con juicio encargado de estos temas. Hay que advertir que ese cargo es quizás el de mayor dificultad de la administración municipal porque es el que está llamado a poner orden en una sociedad con un alto índice de informalidad y resistencia al cumplimiento de las normas.

Y aunque los logros serán parciales, porque un solo Secretario de Despacho no es capaz de modificar radicalmente las condiciones de gobierno (de eso hablé en mi artículo de la semana pasada), se empiezan a ver acciones que nos llenan de esperanzas.

Es cuestión de hacer la tarea, de tomar decisiones y de rodearse de buenos colaboradores (en este caso se le ha permitido vincular por lo menos a dos buenos profesionales en los temas de control del espacio público y de seguridad y convivencia).



La ciudad empieza a sentir que eso está pasando. Se nota en el llamado al orden a la publicidad visual exterior, en los controles que viene haciendo la policía, en las labores realizadas en las zonas donde se concentra el microtráfico, en el haber asumido el reto de los programas de cultura ciudadana, entre muchos otros aspectos que tienen que ver con el día a día del control de la convivencia en sociedad.

A todas estas, aún no se decide a nombrar a nadie en el despacho quizás más importante que tiene la administración municipal, la Secretaría de Planeación. Ojalá primen allí los argumentos técnicos, la experiencia y la calidad humana del funcionario a seleccionar. Por favor, Alcalde: aleje de la decisión, respecto a los cargos centrales de su administración, los criterios de cuotas burocráticas. Verá cómo, haciéndolo, le rinde a usted y le rinde a Pereira.



Fotos: Jess Ar

martes, 7 de marzo de 2017






El capitalismo moderno creó la burocracia, en términos de Max Weber, aquel aparato administrativo organizado a partir de procedimientos, división de responsabilidades y especialización del trabajo, aplicado particularmente a las organizaciones del gobierno.

Esta división del trabajo se concibe como la forma más eficiente de realizar labores y disponer recursos con arreglo a fines planificados, y opera a partir de funcionarios, a quienes se les asignan tareas para las cuales se supone que están técnicamente capacitados.

Sin embargo, hemos visto cómo estas burocracias han degenerado en pesados aparatos que entorpecen el normal funcionamiento de las actividades propias del Estado, a partir de un excesivo acento en los procedimientos, de tal suerte que este ente impersonal termina convirtiéndose en un poder en sí mismo.

En los últimos tiempos, las lógicas del quehacer político han profundizado las ineficiencias de lo público, puesto que hoy priman más las filiaciones políticas que las competencias de los funcionarios.

Nuestros gobernantes se encuentran prisioneros de una paradoja: requieren dar resultados a los problemas que enfrentan nuestras sociedades, cada vez mayores en número y en complejidad, pero también vigilan celosamente su proyección en el ámbito político. De tal suerte que a pesar de requerir funcionarios técnicamente capacitados, terminan privilegiando a aquellos que participaron en la campaña que les dio el triunfo.

El hecho es que las oficinas públicas están desmanteladas. No sólo no se da continuidad en los cargos, puesto que como dicen popularmente “cada torero trae su cuadrilla”, sino que la renovación de los contratos depende de la activa participación en las contiendas electorales.
No es una dinámica nueva pero va preocupantemente en aumento, y ya no se respetan ni siquiera las oficinas de carácter eminentemente técnico.

Entonces, no es de extrañar que las soluciones a los problemas complejos que nos aquejan no lleguen, o que las que se obtengan sean apenas un simulacro, una apariencia que no aguanta mayores pruebas.

Cada tanto, aparece un “despistado” en la política que privilegia a los técnicos en los pocos cargos que puede nombrar libremente, y que genera un gabinete de gobierno decente que logra algunas transformaciones puntuales y pasajeras. A este bien intencionado la maquinaria electoral le cobrará cara su osadía, y aunque recordado como buen mandatario morirá políticamente en razón a haber desconocido (o desafiado) las lógicas del sistema.

Aunque hay que reconocer que ser gobernante es en exceso difícil, no se trata de vivir de falsas ilusiones. Es nuestro deber seguir empujando la rueda de la vida, con ánimo y optimismo, pero intentando abandonar una inadecuada inocencia que no nos permite entender bien los problemas a los que nos enfrentamos.

Mientras las lógicas de la politiquería sigan guiando a nuestros gobernantes, el espacio para que la administración del Estado se haga a partir de personas competentes es cada vez menor, y ninguna campaña publicitaria por llamativa que sea alcanzará a encubrir la ausencia de idoneidad, puesto que los slogans son apenas un endeble maquillaje que se desvanecerá apenas caiga el primer aguacero.

Foto: Archivo libre Pixabay