martes, 27 de diciembre de 2016

LO QUE TRAJO EL 2016







El año que está por terminar trajo, como es costumbre, novedades, sinsabores, alegrías y derrotas.


Es lo normal de la vida, cuya existencia los humanos contabilizamos,  y que igual transcurre indiferente, por fuera de nuestras referencias temporales.  


No obstante la relatividad cultural de estos parámetros, siempre es bueno revisar lo realizado y plantear lo que está por venir.


El 2016 tuvo para mi el poder de instalarme en una manera diferente de ver la existencia, en el sentido de sacarme de mi cotidianidad y permitirme entrar en contacto con las realidades de otras personas, de condiciones o visiones de mundo diferentes a las mías.  


Es así como a través de los proyectos encarados pude conocer las lógicas del arte visual contemporáneo, mediante la labor que desempeñé como Directora de Gestión del 44 Salón Nacional de Artistas. También participé en la formulación del Plan de Acción de la Sociedad de Mejoras, en su nueva etapa post zoológico,  intentando, entre otras actividades, retomar desde allí lo realizado en el pasado en procura de una política de Cultura Ciudadana para Pereira.  


Este año, con un grupo de personas emprendimos el proyecto de portal web Lacebraquehabla.com.  Desde allí, he podido conocer a quienes se dedican al periodismo, la crónica, la caricatura, y otros géneros de expresión relacionados con la formación de opinión pública.   A partir de esta plataforma, hemos realizado recorridos por barrios, veredas y corregimientos, muchos de los cuales no visitaba desde que era funcionaria pública. Se trata de un ejercicio para mejorar nuestra capacidad de comprensión de la ciudad y sus habitantes, e intentar de esta manera aprehender su diversidad.
Igualmente, compartí de cerca con los miembros del colectivo ciudadano Espacio y Ciudad, en su propósito por obtener para la ciudad un gran espacio público en el predio que actualmente ocupa el Batallón San Mateo.   


Asimismo, entré en relación con los representantes del movimiento Foro de Cultura, los miembros del Sindicato del Instituto de Cultura  y algunos líderes locales de partidos políticos como el Polo y el Partido Verde. Juntos luchamos con argumentos y actividades para evitar que el Alcalde liquidara el Instituto de Cultura de Pereira. Y aunque no lo logramos, pude comprobar que la ciudad avanza en la cualificación de una nueva clase dirigente.  Igual percepción de liderazgo social siento en el grupo de activistas del grupo La Querendona Cívica, algunos de los cuales recientemente he conocido, y que desarrollan múltiples actividades en pro del bienestar social de las comunidades vulnerables.


También, el pasado 6 de diciembre llegué al fin del ciclo de formación del doctorado en literatura, obteniendo la candidatura a doctora y la aprobación para iniciar mi trabajo de tesis.


Todas experiencias muy positivas.

Los nuevos rumbos consisten en revaluar los propios preceptos, cuestionarse, mirarse en nuevos paradigmas y emprender caminos sin retorno. Lo vivido ha hecho de mi otra persona.  Lo que antes me parecía cómodo, normal o seguro, ha dejado de serlo, y mi ser se abre al porvenir cargado de expectativas y anhelos por vivir.

Fotos por: Jess Ar


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martes, 20 de diciembre de 2016

LA MEDIDA DEL ABURRIMIENTO







El alcance a incontable información, las múltiples actividades, la necesidad de estar conectados o programados en todo momento; y la exposición a sensaciones y emociones fuertes constantemente, están acabando con el derecho al ocio, tan necesario para la introspección y para hacer espacio a la creatividad

Esta necesidad de acción permanente puede provenir del pánico al aburrimiento profundo, un mal de la modernidad.

Nos aburrimos porque disponemos de tiempo libre. Ese que se queda por fuera de los esfuerzos que antes debíamos dedicar a la consecución del alimento diario, a la lucha con la naturaleza, o incluso a la guerra. En sociedades con largos períodos de estabilidad y estándares de vida elevados, se producen intervalos libres que requieren ser llenados.

En su afán por colmar el lapso disponible, cada día los humanos nos alejamos más de los momentos tediosos. Una medida para lograr este propósito es permanecer conectados: video juegos, internet, televisión, música. Cualquier estímulo es válido para calmar el desasosiego que produce el tiempo vacío.

Estamos en navidad y los hijos salen de las ocupaciones corrientes. Por un período breve no estarán presentes las largas jornadas escolares o los extra curriculares de deportes, bailes, idiomas, artes, entre otros.

De repente nos enfrentamos antes la necesidad de entretenerlos cada minuto, en parte, para que nosotros podamos seguir nuestras labores sin tropiezos.

No los dejamos aburrirse así como nosotros tampoco nos permitimos aburrirnos. Tememos a la ansiedad que genera la mente sin una labor concreta o “productiva”.

Pero, en mi opinión, existe una manera infalible de buscar un poco de calma en la continua y frenética actividad. Y es hartarse un poco de vez en cuando.

El aburrimiento es un derecho, sobre todo de los niños. Solos, tendidos en mantas o cojines, con los ojos mirando al infinito cielo en busca de fisuras como estrellas. O en el jardín, tomar hojas en sus manos y palpar las delicadas vellosidades; extraer jugos de pétalos y pistilos, pie tras pie alcanzar la rama firme para sentirse el más alto del mundo. Tumbados en el suelo, contarle los lunares al manto lanudo de cualquier mascota, mirando cómo las hormigas marcan sus esperanzadas líneas. Todas estas son ocupaciones que en nuestro agitado mundo cotidiano pueden sonar monótonas, pero que tienen un gran potencial tranquilizante.

Estas y muchas otras contribuyen a una especie de estado semi consciente en la cual el sujeto se inspecciona, habla consigo mismo, con sus amigos imaginarios, con sus recuerdos, o, simplemente, permite que haya un flujo de información sosegado entre él y su entorno inmediato.

A partir de estos momentos de soledad y acciones relativamente pasivas, los humanos activan sus capacidades para poder desear, imaginar nuevas alternativas y mundos probables, entre otras miles de maravillosas posibilidades que se consiguen de manera inmediata, gratuita y sin más requerimientos que aburrirse un poco cada día


Foto: Jess Ar



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martes, 13 de diciembre de 2016

LO MEDIÁTICO


Vivimos siempre con una sensación de marea alta.  Este vértigo permanente es alimentado, sin piedad,  por los medios de comunicación, con un interés muy concreto.

No quiere decir que las cosas no pasen. Suceden y son muy graves.  Pero, hay una especie de horda que se excita y que cada vez demanda contenidos más fuertes.

Es importante difundir lo que sucede.  No obstante, a partir de la comunicación de eventos con potencial mediático (no sólo por lo terribles, sino en gran parte debido a las características económicas o condición social de los protagonistas) se viene configurando una manera de informar, evaluar, y condenar “por entregas”.

El caso Colmenares,  el del monstruo de Monserrate, y ahora, el del infame abuso y asesinato de Yuliana Samboní, son muestras de ello.

A partir de este último caso, el de los vejámenes a los que fue sometida la niña caucana, he quedado con la sensación, tal vez inexacta o injusta, de que la información se brinda al público “a cuenta gotas”, amparada en sucesos siniestros o retorcidos, que movilizan las profundidades más inconfesables de todos nosotros.

Entonces, no puedo dejar de pensar en la condena instantánea de la horda, la virtual de las redes sociales, y la presencial, que por poco lincha al señalado de los crímenes.  Y en el desconcierto de muchos: en la medida en que van siendo informados del cambio de los acontecimientos que ellos de manera precipitada habían juzgado y condenado  en su cabeza.  

Solicitudes de castración, pena de muerte y otras más subidas de tono; manifestaciones todas que de fondo tienen poco (en el sentido de servir realmente para prevenir estos terribles casos), constituyen una manera de expresar la indignación, y de, por qué no, exorcizar los propios demonios, pero están hechas por fuera de toda consideración civilizada (respeto por el Otro frente a un Estado de derecho, etc.).

Repudio sin atenuantes lo sucedido a la niña en Bogotá. Así como todo comportamiento que atente contra los derechos humanos, pero no por ello puedo hacerme parte de la horda. Espero que la justicia actúe, y que estos tristes episodios nos ayuden a pensarnos mejor como sociedad, para corregir el rumbo en aquellos aspectos en los que venimos registrando comportamientos perversos.

No por lo real y doloroso de los hechos puedo dejar de entrever que mucha de la información que circula, en vez de contribuir a la formación de una opinión serena y fundamentada, lo que hace es suministrar “dosis” a una especie de adicción a lo grotesco, lo macabro o lo repugnante, aspectos en crecimiento en nuestra sociedad.

Este tipo de subjetividad que se fomenta, a mi juicio intencionadamente, promueve comportamientos sociales inadecuados, en vez de colaborar en la construcción de escenarios de comprensión y mejoramiento de la convivencia.

Entre todo lo sucedido en la última semana, lo peor de lo peor: el oportunismo vulgar y degradante de algunos uribistas, que aprovecharon el enojo de los colombianos para hacer propaganda política en contra de la paz.

Foto: imagen de uso libre.


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martes, 6 de diciembre de 2016

LA EMOCIÓN



El Alcalde de Pereira anunció hace días la liquidación del Instituto de Cultura para convertirlo en una Secretaria de Despacho.  

Se han esgrimido argumentos de todo tipo. La administración municipal sin duda tiene los suyos, y entrar en ese debate no es mi interés en este espacio.

Más bien, quisiera señalar nuevamente el valor de las instituciones como capital social, y lo que venimos presenciando como movimiento ciudadano, sin precedentes recientes, por lo menos  en  Pereira.

El Instituto de Cultura, a pesar de tanta politiquería que muchos mandatarios han fomentado indolentemente, tiene una serie de programas y ejecutorias que hacen que la ciudadanía lo sienta como suyo. No es solo una fría institución pública que los pereiranos miran con indiferencia. Artistas, gestores, músicos, niñas, niños y ciudadanos del común lo sienten como su casa.

Por otro lado, desde hace muchos años en la ciudad se viene oyendo a gremios del sector económico, autoridades públicas y columnistas de opinión, llamar ansiosamente a un nuevo civismo.

Hoy hay que decirles a muchos de los que así se han manifestado que no vivan del pasado. El civismo tuvo su tiempo y su contexto. Y lo que hoy se presencia en Pereira con el movimiento que solicita al Alcalde detener la liquidación del Instituto es, ni más ni menos, la voz de la Ciudadanía Activa. Aquella que ya no está dispuesta a estar alejada del debate, o que, tal vez, no se siente representada por quienes tradicionalmente han ejercido el liderazgo.

La emoción se apodera de mí cada vez que veo entusiasmo, capacidad de convocatoria, convicción y honestidad en este grupo de  defensores de la ciudad y la ciudadanía.  

Y resalto la honestidad porque, a pesar de tanto detractor de oficio o pagado, considero que los que han puesto su contribución a este movimiento ciudadano -que ya se hace notar incluso a nivel nacional-, no están allí defendiendo “la cuchara”.  Salvo contadas y acomodadas excepciones, la verdad es que si de defender el trabajo se tratara lo mejor habría sido el silencio. En esa posición orbitan hoy muchos actores representativos de la ciudad, lo que puede ser respetable pero que a la hora de refrendar su liderazgo los pone en una situación, por lo menos, dudosa.

Un hito en relación con la Ciudadanía Activa lo constituyó la última Cuadra del año, realizada el pasado jueves 1o de diciembre. Más de cuatro mil personas asistieron para ver y oír a los músicos de la Banda Sinfónica de Pereira celebrar, a ritmo de salsa y rock, sus 99 años de existencia, y para manifestar su inconformidad con la decisión de la liquidación.  

Allí no hubo buses, ni tamales, ni líderes gestionando la participación. La ciudadanía desbordó La Cuadra en una demostración de los intereses que realmente la convocan y de los espacios que ha ido haciendo suyos. Los mismos que, a juzgar por la fuerza del movimiento ciudadano, los pereiranos no estamos dispuestos a perder tan fácilmente.


Foto por: Jess Ar



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