martes, 27 de septiembre de 2016

EL SILENCIO, LA OSCURIDAD Y LA QUIETUD







Algo habita en el silencio y en la oscuridad, y eso lo sabían muy bien los representantes del romanticismo alemán.

Este movimiento tuvo sus inicios en la figura de Johann Gottfried Herder, aquel que en 1.769 decidió dejar suelo firme para ir en busca de la fluidez  de la vida. Y tuvo su continuación a lo largo del siglo XIX en figuras como Novalis, los hermanos Schlegel, Hölderlin, Schleiermacher, Tieck, Görres, entre otros, 

El romanticismo alemán es una reacción al racionalismo que quiso extenderse en Europa como una nueva “religión”; con su instrumentalización de la vida, en el ámbito de la productividad y de la cotidianidad.  Una réplica a lo que los románticos denominaron el “enfriamiento” de la relación sentida con el mundo, que trajo como consecuencia el dominio técnico y el sometimiento al propio servicio de la naturaleza enfriada.  Una respuesta al proceso de secularización, que significó el destierro de las misteriosas “hadas” de la imaginación y de las representaciones del mundo.
Los románticos reclamaban silencio, oscuridad y quietud del corazón para poder escuchar en su interior lo que la naturaleza tenía para decirles acerca de los abismos insondables de su existencia. Y esta relación la concebían como un “nuevo comienzo” para reencontrar caminos de creatividad, agotada a su juicio en el exceso de razón.

La modernidad trajo consigo “la prolongación del día en la noche” con la instalación de luces artificiales, y un exceso de explicación que, según Hölderlin, se aparece como una “furia” por medio de la cual penetramos la realidad en lugar de abrirnos a ella y permitirle que se abra a nosotros. 
Nos encontramos en una oposición entre razón y fantasía, si es que puede plantearse en estos términos. Oposición que, lejos de resolverse en síntesis en los siglos posteriores, parece profundizarse a favor de uno u otro camino. A decir de Schiller, en este proceso el ser individual sale perdiendo, a pesar de las innegables ganancias alcanzadas para la especie humana en su conjunto.
A través de ese momento privilegiado de la civilización occidental podemos asomarnos al surgimiento de fenómenos que aún hoy  rigen nuestra realidad; y  nos abren caminos de entendimiento de nuestro actual ser y estar en el mundo.

En la generalidad, la fragmentación con la naturaleza y la compartimentación del conocimiento en súper especializaciones, nos han hecho apenas seres funcionales, carentes de criterio, manipulables o fanáticos.  Nuestra creatividad para expresar lo sublime y lo inefable, salvo contadas excepciones, se encuentra paralizada.  En vez de tener una relación afirmativa con la existencia, profesamos la religión del mercado o caemos en los misticismos más profundos sin apenas oponer resistencias.

El exceso de información, que difícilmente se procesa, ha sustituido a la explicación que procedía de los interese intelectuales de formación amplia.

Y el ruido,  la luminosidad de aparatos, y el agite de estar siempre “conectados”, apenas nos salvan del desgarrador vacío que habita en nuestro interior.


Foto por: Jess Ar

martes, 20 de septiembre de 2016

LA CEBRA QUE HABLA




La ciudad nos habla. Hay algo en las plazas, en los andenes y parques que corresponde a una dimensión de lo humano que va más allá de las construcciones físicas. Es lo que hemos denominado ciudadanía, la forma en que los humanos entramos en relación, entre nosotros, en el espacio público de la ciudad.

En la plaza de Bolívar estuve conversando con un jubilado que, para pasar la vida ocupado, decidió tomar retratos, como él los denomina. “Una imagen la toma cualquiera, y para ello solo se necesita un celular. Pero eso no es un retrato”. Me recordó el texto de Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. No pude evitar relacionar sus palabras, este recuerdo, y las exhibiciones de arte que por estos días podemos contemplar en Pereira. Muchas de las obras de arte contemporáneo, así como los selfies y las publicaciones de nuestros recuerdos en las redes sociales, son apenas el destello de un instante, que se abandona rápidamente para pasar a la imagen siguiente.

En otro lugar, en la Plaza Cívica Ciudad Victoria, los artesanos ubicados en carpas esperan ansiosos a los turistas que descienden de sus buses para realizar “la venta del día”. Para los visitantes, en cambio, tal vez las carpas atravesadas en el recorrido peatonal representen sólo un obstáculo indeseable en el camino que los lleva al centro comercial cercano, una invasión del espacio común y público que se requiere para recorrer la ciudad.

Allí mismo, en la Plaza, se me acercó un joven. “Fui un drogadicto durante dieciséis años, y ahora estoy curado”. Interesada en su historia le pregunté sobre su proceso de desintoxicación. “No hay ningún método. Lo que no puede Dios no lo puede nadie. Ahora no fornico, no bebo, no trasnocho, y, ni mucho menos, meto”. Me conmoví pensando en las necesidades sicológicas de sujeción que tenemos los seres humanos. Desde su nueva y relativa “normalidad”, con entusiasmo exultante recorre las calles vendiendo comestibles y suvenires. Apegado a su profesión de fe, está lejos de tener una autonomía de la decisión, y apenas si se conduce en la incertidumbre de lo humano dominado por la voz de su pastor.

Meditando en tantas historias de hombres y mujeres que habitan el espacio físico y simbólico de la ciudad, cada uno con su carga de subjetividad, fui avisada por mi acompañante de que estaba intentando cruzar por la mitad de la calle. Pude comprender mejor, en ese momento, que en la ciudad la acera opuesta y el punto de vista del Otro se alcanzan cruzando la cebra. La cebra que habla nos dirá algo sobre el lugar en el que vivimos, nos hablará de los demás y de nosotros mismos, y nos mostrará que en el espacio público de la ciudad, además de seres humanos, somos, ante todo, ciudadanos.


Foto: Jess Ar

martes, 13 de septiembre de 2016

Pereira, orgullosa anfitriona de aún 44SNA

 


El Salón Nacional de Artistas abre sus puertas el próximo viernes 16 de septiembre. La versión 44 lleva como título AÚN, y su declaratoria curatorial comprende toda una reflexión sobre el territorio y sus relaciones en el tiempo con los diferentes entornos.

Se trata del evento de las artes visuales más importante en Colombia, y uno de los más destacados en Latinoamérica.  Durante sus 76 años de trayectoria, es la primera vez que el SNA visita al Eje Cafetero. 


En general han sido pocas las ciudades, a excepción de Bogotá, que se le han medido a su realización. Y no sólo por los recursos que la sede debe aportar, sino porque, adicionalmente, organizar una exhibición como esta implica la movilización de muchos factores. 


Para albergar las obras de más de cien artistas, entre nacionales e internacionales, Pereira ha tenido que convocar a su sector cultural y capacitarlo en aspectos técnicos en los que la ciudad no tenía “capacidad instalada”.  


Igualmente, se ha requerido el apoyo de instituciones como la Cámara de Comercio la Gobernación de Risaralda, el Museo de Arte de Pereira, la Universidad Tecnológica de Pereira, el Centro Colombo Americano, y la Alianza Francesa.


Empresas tan importantes como Aguas y Aguas, la Empresa de Energía de Pereira, la Fundación Sura, y Frisby, se han vinculado para garantizar una nutrida convocatoria de artistas, como corresponde al nivel del evento.  Otras muchas empresas locales, cuyo listado no cabría en estas páginas, están aportando a esta gran iniciativa.  El edificio donde antaño existió el Club Rialto, por ejemplo, ha sido facilitado por la empresa Siete Diecisiete para completar las áreas expositivas requeridas. ¡Para todos ellos nuestros más sinceros sentimientos de gratitud!


A tres días de su apertura nos sentimos orgullosos de presentar a la ciudadanía en general un gran acontecimiento del arte. No sólo en el número de artistas convocados a participar, en la calidad de sus obras y el montaje de las mismas, sino en la gestión de recursos adicionales y en la participación de las entidades y del sector cultural.


Indudablemente, para la ciudad habrá un antes y un después de la realización del Salón Nacional, pues hemos ganado una experiencia significativa en la gestión y producción de grandes eventos.  
Usando hashtag como #PereiraAnfitrionaSNA y #PereiraViveElSalón, entre otras publicaciones en redes sociales y otro tipo de comunicaciones,  se busca que los pereiranos se apropien de este acontecimiento y visiten masivamente la muestra en sus seis sedes. 


La invitación es a asistir con familiares y amigos a conocer algo más del mundo del arte,  a través del cual es posible fomentar la creatividad, e incluso, como lo sostenía Schiller, educar la sensibilidad.  Por ello es también muy importante llevar a los niños y a los jóvenes.  
Con la participación de cada uno de nosotros seremos no sólo buenos anfitriones, sino la mejor sede en la historia de los salones nacionales en Colombia.


martes, 6 de septiembre de 2016

LAS OTRAS VIOLENCIAS





Por estos días se ha aumentado significativamente la población de indigentes en nuestra ciudad. Muchos proceden de lugares más hostiles como el denominado Bronx de Bogotá, lo cual es notorio en su elevado nivel de agresividad.

A propósito de este fenómeno me estuvo contando un taxista que un Coronel del ejército en Ibagué, asaltado por indigentes, había decidido “vengarse” creando un grupo especial de soldados para “acabar” con el problema.  “Noches de veinte y más muertos”, me decía. “La mano negra,  señora, es la única solución en estos casos. Pero fíjese tan distinta que es la gente aquí, que en vez de acabar con ellos les dan comida”. 


Esta historia podría ser sólo la invención de una mente retorcida. No obstante, sería insensato desconocer que la “mano negra” ha existido.  Consistente en grupos de exterminio que se han auto otorgado la facultad de eliminar al Otro, ha sido ejercida por personas para las cuales los derechos humanos, la democracia,  y la ciudadanía,  no representan nada.  Sus integrantes son de mentalidad tribal. Por fuera del grupo de sus iguales (en ingresos, lugar de nacimiento, creencias, orientación sexual, nacionalidad, etc.) el Otro deja de ser humano, y se convierte en una cucaracha o en un gusano, que puede ser eliminado sin ningún tipo de culpa.


Nuevamente, el lenguaje no es inocente, pues es a través de las palabras como se deshumaniza al Otro. Es el caso de los indigentes, a los que el término “desechable” los convierte en seres prescindibles. 


Por otro lado, la experiencia ha demostrado que tan solo un porcentaje de las personas en esta condición, que por voluntad propia ingresan a un proceso de rehabilitación, efectivamente se rehabilita. 


No obstante, eso no los convierte en humanos de desecho.  Ellos son enfermos, y aunque en algunos casos representan cierto peligro pues su adicción los lleva a cometer actos ilícitos, su tratamiento debería ser abordado como un asunto de salud pública.


Estos temas, como la invasión del espacio público, el control a las ollas del microtráfico, entre otros similares, son difíciles de abordar y no parecen tener soluciones muy claras. De todas formas, es necesario conservar la perspectiva de un tratamiento digno a las personas en condición de vulnerabilidad, y una mano fuerte con la ilegalidad que está detrás de estos fenómenos, como el contrabando y el microtráfico de drogas ilícitas. 


Pereira puede aplicar una mano firme que ofrezca también alternativas de asistencia social, como albergues en donde sea obligatorio pasar la noche, al tiempo que se prohíbe dormir en las calles. Debe buscarse la manera legal para que las alternativas brindadas sean acatadas, so pena de tener que abandonar la ciudad.  La situación exige de las autoridades actuar decididamente en estos casos, pues hacerse “los de la vista gorda” conlleva el riesgo de que la ciudad termine desestructurada e ingobernable.


Foto por: Jess Arcila