lunes, 9 de diciembre de 2013

AQUÍ, EL PROBLEMA NO ES EL SOFÁ


Se ha debatido ampliamente la idea de dejar peatonal la calle 19.

No voy a hablar de conveniencias o inconveniencias, haciendo la salvedad, eso sí, que muy pocas entradas vehiculares tiene el centro y que, como dije antes, este no puede verse como un proyecto aislado, debe complementarse con obras de espacio público y parqueaderos en la periferia.

Seguramente, en un país ideal, el espectáculo que brinda la calle abarrotada de caminantes sería encomiable y las discusiones al respecto no aguantarían debate,  puesto que, evidentemente,  es mejor privilegiar los desplazamientos peatonales, en bicicleta o en transporte público, al sistema caótico  y suicida del carro y la moto.

Pero, una cosas es pensar con el deseo, y otra la realidad.   Primero, los carros no van a desaparecer, ni siquiera en el mediano plazo, y una política que pretenda desestimular su uso va mucho más allá de peatonalizar una calle principal.  Eso, hoy, sería más una improvisación o un arrebato romántico.

Segundo, aunque me encanta el entusiasmo desplegado por las organizaciones cívicas, la experiencia lo hace a uno,  seguramente más amargado, pero, con toda certeza, más práctico.  Así, me es imposible sumarme a esta iniciativa, por bonita que me parezca, olvidando lo que sucede en el centro de Pereira, la invasión del espacio público, el indebido parqueo que campea y se vuelve extensión de los locales comerciales, la construcción ilegal, etc.  Entonces, cada vez que siento la tentación de sumarme a propuestas heroicas, me acuerdo de las calles 18 y 22, y siento tristeza, de mí, de mis ilusiones de cambiar el mundo, y siento compasión por los otros, los que todavía creen que es posible hacer verano en su calidad de golondrinas.

Además, frente a la perspectiva, no ya de la invasión desautorizada y simplemente tolerada, sino de aquella institucionalizada, en unos ranchos diseñados por arquitectos, conectados con todos los servicios públicos, que, se acordarán de mí, no tardarán en convertirse en precarias viviendas, siento rabia, y un poco de desasosiego.  Y pienso, aquí el problema no es el sofá, nuestro gran y único problema es la falta de autoridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario