martes, 24 de diciembre de 2013

ALUMBRADO, NI FU, NI FA


No sé qué es lo que fuman los diseñadores de los últimos alumbrados de Pereira, porque, como de la nada, aparecen iluminados hongos, caracoles, y otro montón de variopintas especies que no guardan ninguna relación con las celebraciones navideñas.

Personalmente, no me parece en extremo importante el alumbrado navideño, pero entiendo las posturas de quienes, románticamente, desean ver a su ciudad adornada con los elementos propios de la navidad, o, de aquellos quienes, con un sentido más pragmático, consideran que el alumbrado es importante porque constituye un atractivo, que hará que más turistas vengan a visitarnos.

Pues bien, con este tipo de alumbrados, desde los angelitos con machete, pasando por las sicodélicas figuras de hoy, no se cumple ni uno ni otro objetivo.  No se hace una alegoría de la navidad que exalte lo que denominan “el espíritu navideño”, y son lo suficientemente alejados de todo valor estético, como para atraer a visitante alguno.  Se gasta la plata, eso sí.

En fin, como en tantas otras ocasiones,  habrá que esperar a ver si el tiempo nos mira con compasión y se apiada de esta urbe, y, en lo sucesivo, se pueda contar con obras y ejecuciones medianamente planificadas y con objetivos claros.

Es función de los gobernantes representar adecuadamente a sus gobernados, y, en no pocas veces, les es necesario trascender los límites de sus propias vivencias, de sus gustos o inclinaciones, puesto que, generalmente, lo que es adecuado para uno no lo es para la mayoría.  De otro lado, hacer las cosas por hacerlas,  es una posición tan mediocre que no pueden esperarse otros resultados distintos a los que muestra la evidencia.

Por lo tanto, a veces nos toca a los “ciudadanos preocupados” ejercer el detestable papel de animar a nuestros dirigentes a ir más allá de sus propias limitantes.  Eso se logra, señores administradores, buscando asesores calificados en las materias que no dominan, así eso les implique, aunque sea de vez en cuando, dejar a un lado los cálculos políticos y la estricta repartición de lo que se ha dado en llamar “la mermelada”.  


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