martes, 6 de septiembre de 2016

LAS OTRAS VIOLENCIAS





Por estos días se ha aumentado significativamente la población de indigentes en nuestra ciudad. Muchos proceden de lugares más hostiles como el denominado Bronx de Bogotá, lo cual es notorio en su elevado nivel de agresividad.

A propósito de este fenómeno me estuvo contando un taxista que un Coronel del ejército en Ibagué, asaltado por indigentes, había decidido “vengarse” creando un grupo especial de soldados para “acabar” con el problema.  “Noches de veinte y más muertos”, me decía. “La mano negra,  señora, es la única solución en estos casos. Pero fíjese tan distinta que es la gente aquí, que en vez de acabar con ellos les dan comida”. 


Esta historia podría ser sólo la invención de una mente retorcida. No obstante, sería insensato desconocer que la “mano negra” ha existido.  Consistente en grupos de exterminio que se han auto otorgado la facultad de eliminar al Otro, ha sido ejercida por personas para las cuales los derechos humanos, la democracia,  y la ciudadanía,  no representan nada.  Sus integrantes son de mentalidad tribal. Por fuera del grupo de sus iguales (en ingresos, lugar de nacimiento, creencias, orientación sexual, nacionalidad, etc.) el Otro deja de ser humano, y se convierte en una cucaracha o en un gusano, que puede ser eliminado sin ningún tipo de culpa.


Nuevamente, el lenguaje no es inocente, pues es a través de las palabras como se deshumaniza al Otro. Es el caso de los indigentes, a los que el término “desechable” los convierte en seres prescindibles. 


Por otro lado, la experiencia ha demostrado que tan solo un porcentaje de las personas en esta condición, que por voluntad propia ingresan a un proceso de rehabilitación, efectivamente se rehabilita. 


No obstante, eso no los convierte en humanos de desecho.  Ellos son enfermos, y aunque en algunos casos representan cierto peligro pues su adicción los lleva a cometer actos ilícitos, su tratamiento debería ser abordado como un asunto de salud pública.


Estos temas, como la invasión del espacio público, el control a las ollas del microtráfico, entre otros similares, son difíciles de abordar y no parecen tener soluciones muy claras. De todas formas, es necesario conservar la perspectiva de un tratamiento digno a las personas en condición de vulnerabilidad, y una mano fuerte con la ilegalidad que está detrás de estos fenómenos, como el contrabando y el microtráfico de drogas ilícitas. 


Pereira puede aplicar una mano firme que ofrezca también alternativas de asistencia social, como albergues en donde sea obligatorio pasar la noche, al tiempo que se prohíbe dormir en las calles. Debe buscarse la manera legal para que las alternativas brindadas sean acatadas, so pena de tener que abandonar la ciudad.  La situación exige de las autoridades actuar decididamente en estos casos, pues hacerse “los de la vista gorda” conlleva el riesgo de que la ciudad termine desestructurada e ingobernable.


Foto por: Jess Arcila

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