lunes, 31 de marzo de 2014

COMPORTAMIENTOS QUE VAN HACIENDO COSTUMBRES

No sé qué es lo que pasa con los conductores en Pereira.  Cotidianamente me enfrento a imágenes de esas que me hacen pensar que estoy desvariando.

Motociclistas que violan vía para llegar más rápidamente a un cruce, que saltan separadores, que llevan niños sin casco o, lo que es peor, pequeños escolares que duermen y se balancean medio agarrados a quienes de esa manera tan irresponsable los transportan.

Vehículos que, conducidos por verdaderos dementes, reversan en plena avenida (30 de agosto, Américas, etc.), para “devolverse” porque se les pasó el cruce, o que violan vía, por tramos cortos o a veces no tan cortos, por razones diversas.

Quienes se estacionan en lugares prohibidos o, como en la carrera 15 entre calles 12 y 14, encima de los antejardines, en doble línea sobre la vía, interrumpiendo el tránsito, sin que les importe en lo más mínimo ser los causantes de sendos trancones.

En el centro la situación es peor.  La calle se ha convertido en extensión de los locales comerciales, quienes se tomaron la calzada de enfrente para realizar allí todo tipo de actividades: exhibición de mercancías, reparación de vehículos (como en la carrera 12), venta de productos, etc.  A estos “usuarios” de la vía, por supuesto que no les llegan las zonas azules, vaya Dios a saber por qué, y hacen uso de la vía como si fuera de su propiedad.

Si nos vamos a la Circunvalar y, por ejemplo, alrededor del parque La Rebeca, vemos verdaderos “locales comerciales” instalados en plena vía, un willys que ha sido adecuado como café al paso, otro que vende camisas, uno más allá de cuya bodega salen frutas, y así sucesivamente.

Es verdad que hace falta autoridad, pero no deja de ser cierto que cualquier mandatario o funcionario, ante la ausencia casi unánime de conciencia ciudadana sobre el más elemental uso del espacio público, queda desbordado y pierde su capacidad de control.


¿Cómo llegamos en Pereira a este estado de cosas?  ¿A ser una ciudad indolente, tierra de nadie, donde las mínimas reglas de convivencia social son desconocidas o, simplemente, sistemáticamente violadas por sus propios ciudadanos?  Se necesita actuar inmediatamente, instituciones y autoridades, públicas y privadas, tienen la responsabilidad de emprender estrategias, educativas y coercitivas, para volver a los pereiranos al redil.  Si no se empieza a abordar esta problemática con urgencia, lo que nos espera es el caos y la más desesperanzadora anarquía.

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