lunes, 17 de junio de 2013

“PIENSA, ALIMÉNTATE, AHORRA”

Bajo este lema se celebró, el pasado 5 de junio, el día mundial del medio ambiente.  Se trata de una campaña para reducir los desechos de alimentos.   Según la FAO, cada año se desperdician 1,3 billones de toneladas de comida, 1 de cada 7 personas se va a la cama con hambre y más de 20.000 niños menores de 5 años se mueren de hambre cada día.

Las estadísticas son frías, pero, 20.000 personas pueden llenar un estadio.  Así  que somos una “civilización” que mata de inanición a niños pequeños, a razón de un estadio por día. 

La producción industrializada de alimentos no ha logrado la eliminación del hambre, pero sí ha dejado a su paso devastadoras consecuencias para el medio ambiente y para los seres humanos.  Estudios muy serios, como los realizados por la investigadora y documentalista francesa Marie-Monique Robin, delatan la “mafia” en la que se ha convertido la producción masiva de alimentos y el control de la misma a través de la manipulación de las semillas.  Es sólo una de las voces que se han venido alzando en contra de los abusos de las multinacionales, como Monsanto, y de la agroindustria, cuyos efectos adversos no se compensan con los resultados.

Según la FAO, la producción mundial de alimentos ocupa un 25% de la superficie de la tierra, a ella se destina un 70% del consumo de agua,  y genera el 80% de la deforestación y el 30% de los gases que se producen en el planeta.  Es, por lo tanto, una de las actividades que más afecta la pérdida de la biodiversidad y los cambios en el uso del suelo.

Nuestras miradas, en cuanto a hábitos ecológicos, están enfocadas en las emisiones de los vehículos, el reciclaje, el desperdicio del agua a nivel doméstico, etc., todo eso está muy bien.  Empero,  no estamos cayendo en cuenta de lo que comemos, cómo lo escogemos, y cuánto botamos.  Al desechar comida se están desperdiciando todos los recursos que se emplearon para cultivarla y procesarla.  Adicionalmente, muchos de los alimentos que consumimos no tienen ningún valor nutricional  y están repletos de químicos que afectan gravemente a la salud.

Infortunadamente no tenemos acceso a los medios de producción,  y se nos dificulta tomar decisiones de compra informadas y racionales.  Nos toca contentarnos con lo que se nos ofrece en el mercado.

Sería muy importante que,  más allá de la retórica de la frontera agrícola municipal, se le diera un impulso a la agricultura ecológica.  Es seguro que, siendo este un interés mundial ratificado por la FAO, deben existir recursos para cofinanciar proyectos de este tipo.  Existe a nivel mundial una población,  en rápido crecimiento, dispuesta a pagar por este tipo de productos.  En un principio se podría atender el mercado local –muy desabastecido de esta comida- y se abriría una alternativa de negocio para nuestros productores del campo, con muchas opciones a futuro.  Algo realmente innovador y con alto valor agregado.  Producir comida de manera ecológica no significa hacerlo como lo hacían nuestros antepasados, para ello, los avances de la ciencia también cuentan.






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