Según los datos revelados en días pasados, por una representante del Ministerio de Trabajo
que estuvo de visita en nuestra ciudad, esta es la cifra de empleos que se
requieren crear para igualarnos, por lo menos, a la tasa de desempleo a nivel nacional.
Y es que es lamentable lo que le ha venido sucediendo a Pereira: una destrucción masiva del empleo que la ubica
entre las ciudades con mayor número de desocupados.
Le hemos apostado al comercio, puntualmente a la localización de
las grandes superficies, entregándoles beneficios para garantizar la inversión de
sus capitales, y no hemos obtenido mayores réditos en cuanto a la creación de
nuevos puestos de trabajo y, mucho menos,
en relación a los encadenamientos con el
sector productivo de la región.
No quiero con esto decir que esté mal que hayan venido estas
inversiones. Además, con o sin la anuencia del sector público,
igual hubieran llegado. Quiero
manifestar que para garantizar un horizonte de desarrollo económico, es
necesario definir las acciones que habrán de ejecutarse para lograr modificar
el rumbo, que en esta materia hoy parece
más bien embolatado, y no seguir actuando como hasta ahora, al vaivén de los acontecimientos.
Decía el Dr. Roberto Gálvez en este periódico que a la situación
que hoy vivimos hay que enfrentarla con planificación. Concuerdo con él en que se requiere una
planeación adecuada de nuestro desarrollo, a partir de nuestras fortaleza y ventajas
competitivas, integradas en un plan sistemático que tenga su sustento en el
estudio de nuestra realidad, comparada con el entorno inmediato, ampliado y
global. Para ello, hoy más que nunca, parece imprescindible el
liderazgo del sector privado.
También sería interesante retomar la idea de un centro de
pensamiento. Han existido varios, el CIR
el más recordado de todos. Desde él se
produjeron grandes estudios sobre la
realidad local y regional que sirvieron como guía para orientar políticas de
desarrollo. No obstante este y los otros
fracasaron, fueron mal administrados, y
no llegaron a los resultados esperados. Pareciera ser la razón de su fracaso su
excesiva dependencia del sector público,
sobre todo por la falta de continuidad de las políticas y los
presupuestos, cambiantes con cada período de gobierno.
No obstante, los errores del pasado no pueden confundirse con las
necesidades del presente, hay que aprender de ellos y retomar sobre nuevas
bases. Por eso propongo que sea el
sector privado, representado por los gremios, quien re lance la iniciativa de
un centro de pensamiento regional y la financie. Parece poco sensato tener grandes inversiones
en una ciudad que no sabe para donde va, que no estudia su pasado y no planea
su futuro. Gran parte de los problemas
que hoy padecemos proceden de esta debilidad.
Por eso, como un mecanismo para asegurar el porvenir de sus empresas y
también como un gesto de responsabilidad social, este sería un gran aporte del
sector privado al desarrollo de nuestra ciudad.
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