martes, 22 de noviembre de 2016

SER NIÑA





Save The Children, ONG dedicada a trabajar en favor de la infancia, publicó recientemente el informe “Hasta La Última Niña”, sobre la situación de esta población en todo el planeta.

Aspectos como el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, o la libertad para expresarse y tomar sus decisiones, determinan el desarrollo adecuado de las niñas como seres humanos de derechos.

El informe presenta la medición del Índice de Oportunidades Para Las Niñas.  Este considera factores como matrimonio infantil, fertilidad adolescente, mortalidad materna, mujeres parlamentarias (en relación con los parlamentarios hombres) y culminación de los primeros años de secundaria. Colombia ocupa el puesto 75 entre 144 países.

Según un reciente artículo de El Tiempo (ver edición de Noviembre 18 de 2016), en nuestro país las cifras reflejan que son las niñas entre los 10 y los 14 años quienes presentan mayor riesgo de ser víctimas de algún tipo de delito sexual, con 7.648 casos el año pasado, equivalentes al 40,52% del total de los casos.

Parece que aún hoy es imposible, para muchas niñas en el mundo, salirse del rol de madres y esposas precoces -lo cual incide de manera muy negativa en la posibilidad de educarse -; escapar al abuso sexual o acceder a la participación y el liderazgo en cargos de representación o responsabilidad, tanto en el sector público como privado.

Todas estas condiciones, como es evidente, empeoran en condiciones de conflicto o de crisis humanitarias.

Leyendo el informe, recuerdo que fui una niña afortunada a pesar de las vicisitudes propias de la vida, y de  haber sufrido, como muchas otras, diferentes situaciones de abuso.

Me acuerdo que publicaba una especie de magazine. Había olvidado esos viejos recortes, donde los textos  y las fotografías hablaban de los hechos y las personas influyentes de la vida local y nacional.  Sacaba estos pedazos de vida cotidiana de la revista Dinners o de los periódicos locales. Guardados estaban en las carpetas de recuerdos de mi padre, quien nunca me dijo lo que debía ser ni tampoco lo  que no pudiera llegar a ser.

En el presente, no soy solamente madre o esposa, o profesional, o personaje público que opina (más que política o aspirante a algo en este campo, tema ausente de mis objetivos de vida). No me gustan los rótulos y no entiendo la tendencia de las personas a etiquetar a los demás en diferentes roles. Sinceramente, no quiero “aquietar” mi mente, y lo que me falta es tiempo para vivir a plenitud todas las posibilidades de la existencia.  

Pero todo esto tiene un costo.  Erguirse como una mujer independiente a pesar de las circunstancias vividas en la niñez y la adolescencia, afirmar todos los días una posición, sustraerse al “deber ser” de las mujeres en la sociedad e intentar vivir tomando decisiones propias, implica duras batallas.

No lo digo yo, lo dicen los informes: los esfuerzos de las niñas para convertirse en mujeres adultas, con igualdad de derechos y oportunidades, siempre serán enormes.


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