Estamos asistiendo a un momento muy importante de la ciudad, que coincide con apenas diez meses de la gestión del Alcalde Gallo.
Al respecto de los temas más álgidos, quisiera rescatar lo sustancial en aras de un orden de prioridades.
Aunque varios juristas consideran que el Plan de Ordenamiento fue aprobado nuevamente con vicios de trámite, lo que más ha indignado a la ciudadanía es la exención de la contribución por plusvalías al predio del San Mateo.
Es conveniente aclarar que el mayor valor del suelo, adquirido por el cambio de uso, beneficia al dueño del lote, es decir, al Ministerio de Defensa. La norma que autoriza el cambio de uso es potestad de la ciudad, y por lo tanto ella tiene todo el derecho a exigir que allí se entregue un área para un parque (adicional a las cesiones obligatorias del desarrollo propuesto), para equipamientos colectivos, y se construyan las vías que tanto se requieren. Si las normas se aplican bien, todo esto es posible, y el predio podrá desarrollarse con una densidad razonable que no atente contra el modelo de ocupación. Pero no es exonerando la plusvalía como esto habrá de lograrse. A lo mejor la operación inmobiliaria así concebida no alcance para construir una nueva sede, caso en el cual la mejor opción es dejar el Batallón donde está mientras vienen días más favorables al presupuesto nacional.
En cuanto a las liquidaciones, creo que el Alcalde debería jugársela por el Instituto de Cultura, referente indiscutible de procesos culturales tan importantes para la construcción de ciudadanía. Si bien en el transcurso de su vida institucional ha sido botín de la politiquería más ramplona, liquidarlo no es la solución. Con esta decisión se arriesga el capital social que tanto trabajo ha costado edificar, riesgo frente al cual los beneficios que se esperarían obtener parecen demasiado pocos.
En relación a los temas de orden público, considero que hay que rodear al Alcalde. Por supuesto que es necesario velar por el buen comportamiento ciudadano. Sin embargo, por lo menos en lo que respecta a los desórdenes de algunos miembros de nuestra comunidad con apatía a las normas y tendencias vandálicas, la responsabilidad recae también en ellos. Se requiere autoridad, es verdad, pero también soluciones más estructurales, como la construcción de una cultura ciudadana para la convivencia, tema en el cual la administración viene trabajando.
En el caso del Aeropuerto, me parece que hay que dar un compás de espera y apostar por las soluciones de largo aliento. Ojalá se comuniquen mejor las gestiones que se vienen realizando, para vincular a la comunidad con su apoyo y comprensión.
Si pedimos al Alcalde que nos escuche y revise sus decisiones, nosotros como ciudadanos, en el ejercicio de la mínima reciprocidad, debemos apoyarlo en los momentos difíciles. No creo que se trate de un pulso de fuerzas, sino de construir consensos entre los gobernantes y sus ciudadanos, lo que constituye madurez y fortaleza para nuestra democracia.
Foto: Jess Ar
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