martes, 29 de noviembre de 2016

EL FIDEL MIO









El pasado viernes 25 de noviembre murió Fidel Castro.

La evaluación de vida de este emblemático cubano puede tener tantas lecturas como la posición ideológica, edad, género y nacionalidad de quienes quieran opinar sobre él, o referirse a su figura para elaborar alguna teoría, diatriba o elogio.

De eso las redes estarán inundadas por muchos días.

Pero lo que me interesa es entender lo que hay de Fidel en mí. Lo que él llegó a significar en la vida de muchos que, como yo, crecieron rodeados de aquellos que creyeron en la revolución, en el marxismo y en el derecho de los pueblos a una rebelión justa frente a las omnipotencias de todo tipo.

No voy a discutir el resultado de esa pretensión. Ningún acto de lo humano es tan bueno ni tan malo como se quiere a veces señalar.

Lo que quisiera resaltar es el hecho de una presencia que marcó un modo de ver el mundo en el siglo XX.

A través de las expresiones artísticas y los actos políticos, atizó, como casi ninguna otra tentativa, los sueños y las esperanzas (sinceras y bien intencionadas) de miles de personas, sobre todo en Latinoamérica. Sus gestas fueron el combustible de la ilusión por un mundo mejor. Una versión caribeña del cielo en la tierra: laico y de apóstoles negros, obreros y corteros de caña.

Seguramente ese “cielo” propuesto por estos revolucionarios haya sido un verdadero infierno, como obedece a la visión totalizante de cualquier extremo, y no obstante, lo que me seduce es el significado que tuvo para tantas generaciones.

Crecí escuchando en las noches la grabadora de papá. En ella se oía desde la lejanía la Radio Habana Cuba. El locutor alternaba, entre noticias apocalípticas que mencionaban amenazas nucleares y de fuerzas enemigas a la revolución, un eterno estribillo: “Transmitiendo desde Cuba, territorio Libre de América”.

Pero no solo era un recuerdo. También la música de Carlos Puebla, y posteriormente la Nueva Trova Cubana, los poemas de Nicolás Guillén.

Junto a su compañero de lucha, el Che Guevara (sacrificado enigmáticamente entre acusaciones de traición), Fidel representa para mi ese ideal de sujeto que logra torcer la rueda de la historia. Un hombre entero, en mucho equivocado, como todos los que se arriesgan a tomar el destino entre sus manos.

En mi opinión, independiente de las evaluaciones y razones de todo tipo, válidas o no, Castro representa un ser humano que afirma su posición en el mundo, que construye realidades distintas (y destruye al modo Fáustico). Es la antítesis de la masa alienada que histéricamente se arroja a las góndolas del bazar real y virtual del Black Friday.

Bien intencionado y terrible, opuesto a los pobres íconos de nuestro tiempo. Pop stars, top models, deportistas bien pagados por la publicidad y compradores compulsivos son, a su lado, pálidas expresiones que me hacen dudar de nuestra fe en las posibilidades de lo humano.


Foto por: Enrique Meneses



VÍDEO COLUMNA




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