martes, 2 de agosto de 2016


EL PLEBISCITO POR LA PAZ




Hemos presenciado un proceso de paz que ha estado marcado, por lo menos, por dos grandes rasgos: la desinformación alrededor de lo que se ha ido acordando, y, un gran sentimiento generalizado de ilusión por la paz.

En ese orden de ideas, ahora que la Corte Constitucional declaró exequible la ley que permite a los colombianos decidir si avalan o no los acuerdos de paz negociados en La Habana, se han levantado infinidad de voces que recuerdan desde los aspectos jurídicos del mismo plebiscito, hasta la ausencia de información relativa a lo acordado.

Esto nos remite a infinidad de información que será difícilmente procesable por los colombianos del común antes de la votación del plebiscito, aún considerando que se pudiera hacer una pedagogía asertiva y masiva, ausente hasta ahora como respaldo esencial a los diálogos.

Por ello, y porque la Corte ha sido clara en determinar que el hecho de que los colombianos decidan refrendarlo,  no implica que la implementación de lo convenido sea “automática”, y que en todo caso lo concertado debe llevarse a implementación por las vías constitucionales establecidas para tal fin, es porque el plebiscito se conecta, sobre todo, con la ambición de los colombianos de llegar a la pacificación del territorio nacional.

Lo que está en juego entonces es un marco de acción que implica, sobre todo, un respaldo generalizado a la búsqueda de la pacificación del territorio -por lo menos en relación a la lucha con un actor histórico e importante, las FARC-, que no pasa necesariamente por un conocimiento detallado del contenido de lo pactado ni de la “mecánica” de cómo habrá de implementarse en la práctica.

El discurso de la oposición, centrado en la crítica a los contenidos (justificada o no), se encuentra desconectado del objetivo general, y, arrinconado, apela a estrategias francamente irracionales, como llamar el pasado 20 de julio, día de la Independencia Nacional, a izar la bandera con cintas negras. 

Para decirlo en palabras sencillas, la oposición insiste en descifrar y exponer las características del “sapo”, mientras que la mayoría de los colombianos se preparan para engullirlo sin preguntarse por su color, olor o sabor. 

Este plebiscito será la oportunidad para comprobar cómo la ilusión y la promesa, en el ámbito de los imaginarios, seguirán siendo fórmulas efectivas para la movilización de los pueblos. 

Fundamentalmente porque ha habido mucho sufrimiento, en este momento los colombianos se tomarían el purgante que fuera, con tal de que en el frasco viniera escrita la promesa de una mejoría. Y estoy segura que muchos, la mayoría, no están tan interesados en conocer los componentes del vermífugo como en empezar a comprobar el relativo alivio prometido.

Foto por: Diego Valencia Gómez

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