EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS
Joseph Conrad, uno de los más grandes de la
literatura universal, quiso dejarnos su mirada sobre la fragilidad de la
cultura y la probabilidad del retorno a una condición ancestral y primitiva.
El Corazón de las Tinieblas es un viaje al fondo de
lo humano, esa oscuridad que nos habita a todos y que las formaciones
culturales apenas iluminan desde sus prohibiciones, preceptos, y concepciones
de mundo.
La cultura ha transformado al animal que fuimos en
hombre. Pero siempre seremos ambas cosas, como lo ha expresado
brillantemente el etólogo humano Boris Cyrulnik: somos cien por ciento
naturaleza y, a la vez, cien por ciento cultura. A través de las
creencias, el hombre abierto al mundo ha intentado reducir su incertidumbre en
relación con los fenómenos que no sabe explicarse: el origen, la naturaleza, el
Otro, y la muerte. Y lo ha hecho, fundamentalmente, limitando la oportunidad,
convirtiendo en impensable lo posible desde una concepción moral.
Lo que ha logrado la modernidad, a partir de la
instauración de los derechos del hombre, es mostrar la relatividad de esas
concepciones e instaurar una igualdad entre los seres humanos a pesar de sus
diferentes creencias y condiciones.
En el proceso de humanización, la relación íntima
deja de tener como objetivo principal la reproducción para trasladar ese fin al
goce. Esta sexualidad no reproductiva, en la legítima búsqueda del
placer, no debería direccionarse desde ningún escenario, ni en el trabajo, ni
en la escuela, ni siquiera en el seno de la familia, instituciones todas que
deben limitarse a brindar al sujeto (sobre todo al infante en formación) la
información suficiente y necesaria para que pueda respetar su propio cuerpo,
cuidar su salud, tener una actitud responsable frente a la procreación, y, por
último, hacerse cargo de su identidad y preferencias sexuales en la más
absoluta intimidad.
De esta intimidad no deberían hacerse apologías ni
demostraciones innecesarias, pero tampoco, bajo ninguna circunstancia, una
opción legítima aunque sea del orden de lo íntimo debería ser motivo de censura
o discriminación.
Este es el marco conceptual e histórico en el que
transcurren nuestras vidas. Sin embargo, una ignorancia aterradora se ha tomado
todas las instancias de la sociedad, y ligada a una creencia ciega amenaza con
tornarse en fanatismo. Parecería increíble que en Colombia, en el siglo XXI,
pudiera producirse una marcha en rechazo a la diferencia en las preferencias
sexuales apelando al argumento de un supuesto “diseño original”. Pero, ha
sucedido: la caverna más retrógrada ha ondeado sus banderas de segregación y
profundo temor transformado en odio.
En el fondo del repudio a la opción del Otro habita
el miedo a la propia alternativa no asumida o no descartada plenamente. La
homofobia es una negación de una posibilidad que es inconcebible y que produce
espanto, porque en el corazón de las tinieblas de cada ser que rechaza siempre
se intuye que lo impensable es posible.
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