Si alguna vocación tiene nuestro territorio es la del turismo.
Estamos en una tierra privilegiada, de clima y topografía benignos y exuberante
naturaleza .
No sólo estas bondades otorgadas nos benefician, tenemos
infraestructura
de transporte y servicios, que se diversifica y mejora,
constituyendo al Eje Cafetero, y a Pereira como su centro, en un destino muy
atractivo para los visitantes.
Las instituciones van haciendo lo suyo. La Cámara de Comercio le
apuesta al turismo corporativo con la construcción del Centro de Convenciones,
los inversionistas privados han abierto hoteles, restaurantes, servicios
complementarios, la Alcaldía con la puesta en marcha del bioparque Ukumarí y la
remodelación del aeropuerto.
Todas estas acciones son necesarias, pero aún no son suficientes
para construirnos como destino turístico.
Es imperativo diversificar la oferta de actividades, y ya que no
tenemos una gran arquitectura (muy importante en el turismo de ciudades), darle
realce a nuestra naturaleza y a nuestras expresiones artísticas. Extender ciclorutas rurales, oficializar las
cabalgatas, proyectar al resto de la ciudad intervenciones como la Acua Avenida
del río Otún. Y, vigilar porque la
ciudad esté limpia y ordenada: seguridad en las calles y sitios públicos, una
amplia red de andenes y ciclorutas urbanas, y la malla vial en buenas
condiciones.
Recuerdo que en el pasado diciembre, época en que los hoteles de
la ciudad coparon su capacidad, se podía ver en la carrera 14, enfrente del
hotel Movich, un hueco en la vía, una verdadera tronera que se burlaba, desde
su existencia burda y desprevenida, de nuestros sueños de desarrollo y
progreso.
¿Cómo es posible, me pregunté en ese momento, que en frente de uno
de los principales hoteles de la ciudad, en plena temporada alta, exista
semejante cráter?
Fue tanto mi dolor de ciudadana que hasta me atreví a hacer una
llamada, de esas odiosas en las que uno ruega a un funcionario ¡que haga algo,
por Dios!, para que no quedemos vendiéndonos como una porcelana mueca.
Y es que no basta solo con incluir las propuestas de desarrollo en
los discursos y en los buenos deseos, o hacerlas parte de campañas con bonitos slogans. A la ciudad hay que administrarla,
precisamente, teniendo esos horizontes de desarrollo en mente y cuidando de que
los recursos se dirijan de la mejor manera a lograr los
objetivos propuestos. Cuando la ruta no está clara se corre el riesgo de
perderse en la infinitud de los caminos posibles.
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