He leído con emoción la noticia divulgada en el periódico La Tarde,
acerca de la gestión que se viene haciendo desde el sector privado para la
adopción de los parques ubicados en el perímetro urbano. ¡Qué buena
noticia!
Es una realidad que ante la
negligencia o inoperancia del Estado -la cual ni siquiera es endilgable a una
administración puntual sino que parece ser un mal de carácter estructural-, es
deber del sector empresarial reaccionar y asumir responsabilidades concretas en
el manejo de los temas más sensibles de la ciudad.
Se dirá que los privados pagan impuestos, y que es obligación del
sector público usar bien estos recursos para mantener todo en orden y
funcionando. Pero, tristemente no es
así. Es un hecho que muchas de las
actividades de las que debería apersonarse la administración municipal van a la
deriva, y que incluso los temas más trascendentes, como la planificación de la
ciudad o la formulación de proyectos estratégicos, no encuentran en las distintas
entidades ni el liderazgo, ni la decisión, ni la autoridad, para que la ciudad
marche y se proyecte en debida forma.
He venido conversando con muchos actores del sector privado sobre
la necesidad de inmiscuirse de manera más comprometida en los asuntos públicos,
formulando propuestas, planteando alternativas de solución, e, incluso como en
este caso, asumiendo labores concretas.
La beneficiada será la ciudad, los habitantes del entorno de cada uno de
estos espacios públicos, pero, a la larga, también se beneficiará el sector
privado. Ningún empresario quisiera
tener sus activos en una ciudad sucia, insegura, sin espacios públicos utilizables,
porque todas estas variables de habitabilidad afectan las inversiones en ella
realizadas y la viabilidad de empresas y negocios.
No es posible estar des localizado, y pensarse como en una burbuja
sin tomar en consideración lo que sucede a nuestro alrededor, y, entre mayor
capacidad económica y de gestión, mayor es el compromiso que debe asumirse en
la conducción de lo que nos es común.
A propósito del tema puntual de los parques, una sugerencia. Como en el parque del Perro en Cali,
iluminación abundante (puede lograrse concitando la voluntad de la Empresa de
Energía), y un vigilante de cuadra, con machete: el mismo que usará para mantener
el jardín ordenado y a raya a los ladrones.
Luz suficiente y un salario mínimo con todas las prestaciones, y tendremos en cada parque seguridad, orden y
limpieza. Una segunda fase podría
consistir en dotarlos con juegos infantiles, pero, ¡vamos por partes!
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