martes, 7 de abril de 2015

EL CONDUCTOR DE BUSETA

Un día que fui al centro, pensé para mi, no voy a tomar un taxi, tomaré una buseta en la carrera 5ª que me dejará enfrente de mi destino.

Y así fue.Me subí a un vehículo de transporte público, ordenado, limpio y amable.

Me senté adelante, como fue mi costumbre desde los tiempos de la universidad, y me puse a conversar con el conductor, de nombre supongamos Javier.

Muy amable empezó a responder a las preguntas que le hacía.  Qué en cuánto había quedado el pasaje, qué cuales eran sus recorridos, si eran los mismos siempre o cambiaban sus rutas, que cuál era su horario de trabajo, etc., y fuimos derivando en una conversación franca y abierta en la cual me enteré de cosas que no sabía –cuyo desconocimiento ahora se me antoja como una especie de culpa-, y que me dejaron aterrada. 

Primero, el horario de trabajo.  Estos conductores empiezan su jornada de trabajo desde las cuatro de la mañana.  Y son las diez de la noche y todavía le siguen dando al oficio, como quien dice, dieciocho horas al día: ¡¡¡dieciocho!!!Y todavía nos preguntamos por su permanente estado de estrés y de mal genio!!!

Trabajan a destajo.  No tienen un salario fijo sino que su remuneración es variable.  Un porcentaje sobre el número de pasajeros que recogen en el día.  Se empieza a hacer más comprensible el por qué de su comportamiento casi suicida, de su deseo de no dejar a nadie sin ser recogido.

Pero, como si lo anterior fuera poco, su trabajo está seriamente comprometido, y por lo tanto los ingresos que requieren para subsistir.  La ciudad está plagada, según Javier, de transportadores ilegales. 

Personas que en sus carros particulares, sin necesidad de tener que cumplir ninguna norma ni requisitos especiales, transportan pasajeros por las rutas que más cómodas y rápidas, cobrando el mismo valor del pasaje que los vehículos de transporte público, pero con evidentes ventajas competitivas.

Duras realidades que parecen ser vox populi,  mientras las autoridades se cruzan de brazos o se hacen los de las gafas.


La pregunta obligada es, ¿cómo apostar por una ciudad donde prime el transporte colectivo sobre el particular, en semejantes condiciones de operación, que atentan contra los intereses de los trabajadores del sector transporte y los de todos los ciudadanos?¿Por qué permitimos que la ilegalidad y la injusticia campeen de esta forma tan aberrante?

No hay comentarios:

Publicar un comentario