Un día que fui al centro, pensé para mi, no voy a tomar un taxi,
tomaré una buseta en la carrera 5ª que me dejará enfrente de mi destino.
Y así fue.Me subí a un vehículo de transporte público, ordenado,
limpio y amable.
Me senté adelante, como fue mi costumbre desde los tiempos de la
universidad, y me puse a conversar con el conductor, de nombre supongamos
Javier.
Muy amable empezó a responder a las preguntas que le hacía. Qué en cuánto había quedado el pasaje, qué
cuales eran sus recorridos, si eran los mismos siempre o cambiaban sus rutas,
que cuál era su horario de trabajo, etc., y fuimos derivando en una
conversación franca y abierta en la cual me enteré de cosas que no sabía –cuyo
desconocimiento ahora se me antoja como una especie de culpa-, y que me dejaron
aterrada.
Primero, el horario de trabajo.
Estos conductores empiezan su jornada de trabajo desde las cuatro de la
mañana. Y son las diez de la noche y
todavía le siguen dando al oficio, como quien dice, dieciocho horas al día:
¡¡¡dieciocho!!!Y todavía nos preguntamos por su permanente estado de estrés y
de mal genio!!!
Trabajan a destajo. No
tienen un salario fijo sino que su remuneración es variable. Un porcentaje sobre el número de pasajeros
que recogen en el día. Se empieza a
hacer más comprensible el por qué de su comportamiento casi suicida, de su
deseo de no dejar a nadie sin ser recogido.
Pero, como si lo anterior fuera poco, su trabajo está seriamente
comprometido, y por lo tanto los ingresos que requieren para subsistir. La ciudad está plagada, según Javier, de
transportadores ilegales.
Personas que en sus carros particulares, sin necesidad de tener
que cumplir ninguna norma ni requisitos especiales, transportan pasajeros por
las rutas que más cómodas y rápidas, cobrando el mismo valor del pasaje que los
vehículos de transporte público, pero con evidentes ventajas competitivas.
Duras realidades que parecen ser vox populi, mientras las autoridades se cruzan de brazos
o se hacen los de las gafas.
La pregunta obligada es, ¿cómo apostar por una ciudad donde prime
el transporte colectivo sobre el particular, en semejantes condiciones de
operación, que atentan contra los intereses de los trabajadores del sector
transporte y los de todos los ciudadanos?¿Por qué permitimos que la ilegalidad
y la injusticia campeen de esta forma tan aberrante?
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