martes, 18 de octubre de 2016

DE LA LITERATURA


Releyendo a Madame Bovary, la inmortal novela de Flaubert, hago conciencia de ese lenguaje, tan simple y tan complejo a la vez, de tal forma que cada una de sus frases pareciera un enigma que remite a infinitas interpretaciones.

Es la magia de la literatura, aquella que nos dice acerca de nosotros mismos sin importar el tiempo o el lugar en el que haya sido concebida.

A través de los mismos signos que bien pueden usarse para comprar el pan en la tienda del vecino, los escritores crean frases que atrapan lo que está allí afuera para ser relatado, y usando metáforas y otras figuras literarias construyen mundos simbólicos con los que nos identificamos: reflexiones sobre lo que somos, en soledad y también en la relación, fructífera y ambivalente, con el Otro que nos constituye humanos.

Mi cabeza da vueltas por estos días tratando de comprender por qué a Emma Bovary sus intentos de autonomía y autodeterminación le salieron tan mal.

¿Qué sucio círculo se fue cerrando sobre ella, abandonada por sus amantes y agobiada por el usurero -iguales todos a los de todos los tiempos-, en su intento por alcanzar en vida aquello que la salvara de su condición de mujer casada con un hombre que no la satisfacía en ningún aspecto, y que al final resultó ser el único que la amaba verdaderamente?

Formas etéreas que sólo existían en su imaginación y en las novelas que leía, al volverlas realidad se le fueron desdibujando, y sus sueños románticos se le escaparon como el agua entre los dedos, al tiempo que su vida se iba haciendo un nudo que la llevó a la sin salida de su último acto afirmativo: el suicidio.

¿A algunos de los que leen este artículo, aunque jamás se hayan interesado por  Flaubert, referente indiscutible de toda literatura, les suenan estas pequeñas tragedias, que a la postre son las únicas que cuentan para cada uno de nosotros en el lapso que nos es dado vivir?

Si se animaran a leer esas frases perfectamente construidas, y se dejaran permear por el núcleo humano que en ellas habita; si desprevenidamente lograran captar lo simbólico de esta historia y hacerse reflexiones sobre tantos temas humanos sin respuesta por los siglos de los siglos, llegarían a la conclusión de qué es la buena literatura, sin necesidad de extensas discusiones o elaboraciones teóricas.

La historia es apenas un pretexto, y el instrumento tan solo un vehículo para lograr lo que el creador se propone: impactar el alma de su audiencia de tal manera que su vida no pueda ser igual después del contacto con la creación poética.

Aplica también para dilucidar si un Nobel de literatura fue otorgado bien o mal a un cantautor y poeta.



Foto: Archivo Libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario