martes, 19 de julio de 2016


LA COMIDA QUE SE "VOTA"




En su cuenta de Facebook, un político de la región, reconocido por sus campañas de repartición de comida, escribió: “es mejor regalar la comida que votarla”.   
Un simpático error ortográfico que engloba muchas y amargas realidades. 

En Colombia, según un reciente estudio del DNP, del 100% de la comida producida, almacenada, distribuida y efectivamente consumida, se pierde el 34%. 

Dicho estudio afirma que cuando se hace referencia a pérdidas, se están relacionando las etapas de producción agropecuaria, post cosecha y almacenamiento, y procesamiento industrial.  Mientras que, al referirse a desperdicio se hace relación a los alimentos que se descomponen en las etapas de distribución y retail, y a aquellos que son desechados después de su preparación para ser consumidos.

Los datos revelados por el estudio pueden resumirse así: una tercera parte de los alimentos que el país podría llegar a consumir durante un año se pierden o desperdician.  De este total, el mayor porcentaje sucede en las pérdidas, cercanas al 65%, y un 35% aproximadamente se desperdicia.  De este último porcentaje, los desperdicios en los hogares corresponden a cerca del 15%.

El eje cafetero ocupa el tercer lugar en el país entre las zonas con mayor pérdida y el segundo lugar en desperdicios.

De todas las necesidades humanas insatisfechas, la alimentación es la más apremiante.

En nuestro país, según un completo mapa de desnutrición en Colombia realizado por la Universidad Nacional, en la última década murieron 18 personas diariamente por desnutrición y patologías asociadas, la mayoría niños menores de cinco años o adultos mayores de 65. Un total de 63 mil personas muertas en este período de tiempo

Los casos que mayor difusión e indignación han alcanzado son los de los niños muertos en La Guajira, pero el estudio revela que la muerte de menores a causa de la desnutrición afecta al 74% de los municipios del país, es decir, este fenómeno está presente en 836 de los 1.118 municipios existentes.

El drama aumenta porque las políticas del Estado, que pretenden atender a las poblaciones de mayor riesgo (niños menores de cinco años, madres lactantes y adultos mayores), han sido cooptadas por los politiqueros, que han hecho de la necesidad de sus votantes lucrativos negocios, tanto en la distribución de las alimentaciones escolares como en el suministro de alimentos para garantizar feudos electorales.

Creo, como el político de la publicación, que botar la comida es un sacrilegio.  Igualmente estoy convencida de que “Votar” la comida -que es un buen recurso del lenguaje para designar la comida que se regala o comercializa con fines electorales -, es un sacrilegio aún peor.

Consciente o inconscientemente, este político nos ha recordado que en Colombia la comida se “vota”.  Es una triste realidad que nos muestra la indignidad del ser humano, sometido a la falta de escrúpulos de sus congéneres y a su lado más oscuro. 

Foto por: Sebastian Becerra

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