LA APARIENCIA ES IMPORTANTE
Recorriendo
las avenidas principales puede verse hoy en día una ciudad bastante limpia. Por
lo menos en sus lugares más visibles.
Y
no es un tema de poca monta. Porque la
idea general que unos habitantes se hacen de su identidad, como pertenecientes
a una ciudad, pasa, precisamente, por tener una percepción, así sea consciente
o inconsciente, de la dignidad de su habitar.
El aseo es el primer factor que interviene en la construcción de la idea
de dignidad de sí mismos.
Es
seguro que este resultado ha sido logrado por varias instituciones
conjuntamente, y, para que el efecto fuese más profundo, sólo restaría mejorar
el estado de las vías. La malla vial con
sus carpetas de rodamiento en óptima condición completan la sensación de
habitar un lugar bien cuidado, administrado de manera eficiente.
No
es tampoco irrelevante esta sensación desde el punto de vista de la seguridad
ciudadana, para la cual, además del aseo y el buen estado de zonas verdes y
jardines, es imperativo contar con una iluminación suficiente. La luz artificial aleja a los malhechores e
invita a los ciudadanos a hacer uso del espacio público sin temor a ser
atacados.
Recorriendo
el centro, en cambio, hay una sensación ambivalente. Por un lado se han despejado algunos andenes
de la ocupación indebida del espacio público, y eso es positivo.
Pero,
duele ver, por ejemplo, una plaza de mercado ambulante ubicada incluso en la
fachada del emblemático edificio Lucy Tejada, sede del Instituto de Cultura.
Para
mi consuelo, o desconsuelo, recuerdo que ya en 1977, en la Tía Julia y el
Escribidor, Vargas Llosa mostraba este
fenómeno imparable de la ruralización de la ciudad latinoamericana, haciendo
referencia a la contradicción existente entre la Biblioteca Nacional de Lima
(la ciudad letrada) y la invasión del espacio público de la Avenida Abancay
(representativa de la ciudad como promesa de la modernidad), repleta de
migrantes del campo a la ciudad que vendían todo tipo de chucherías, baratijas,
comestibles, etc.
La
literatura y las ciencias humanas nos aportan otra percepción de los problemas
que nos aquejan, construyendo una mirada con perspectiva histórica, que
consulta aspectos sociológicos y antropológicos. No obstante esa mirada más
comprehensiva, debe entenderse que para
enfrentar los problemas de difícil solución se requiere voluntad y decisión, y,
sobre todo, funcionarios alejados de los intereses politiqueros, que tanto mal
le hacen a la administración de lo que nos es común.
Es
verdad que lo mejor sería contar con soluciones de fondo, pero también es
cierto que la forma y la apariencia empiezan a construir un sentido de
pertenencia e identidad ciudadana, que puede transformarse, con el tiempo y la
persistencia, en un modo de vida de
carácter definitivo.
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