martes, 9 de febrero de 2016

EL SUJETO UNARIO DE NUESTRO TIEMPO



En el reciente Hay Festival de Cartagena, el concierto principal estuvo a cargo de una orquesta cubana llamada Karamba. Una de sus canciones traía esta letra: “qué bonito estoy, qué guapo soy, cómo me quiero, nunca me voy a olvidar, sin mí me muero”.  

Tuve que frotarme  ojos y  oídos.  Pregunté a mi acompañante cuánto había costado la entrada para asistir a escuchar tamaño despropósito, y estaba contemplando seriamente la huida cuando, por fortuna, apareció Pedrito Calvo en el escenario.

No obstante, me quedé pensando por qué pueden darse este tipo de expresiones, que el público corea emocionado, navegando entre la inconsciencia y la certeza del mensaje.  

La subjetividad del humano contemporáneo es unaria.  Esto quiere decir que, si bien el YO se configura en la mirada del TU, indispensable para estarse reafirmando permanentemente, la hiper individualidad actual ha llevado a la anulación o prescindencia del OTRO.  El mandato de nuestro presente es el desapego.

Resulta que el apego hace que las relaciones sean profundas, posibilitando múltiples matices.  Si bien apegarse es una manera fuerte de enfrentar la relación con lo que nos rodea (personas, lugares y objetos), tiene su riesgo: al tiempo que nos enriquece nos hace vulnerables al abandono.  

Tal vez por ello, el individuo actual evita la profundidad y recorre trayectos en la superficie.  Es como si quisiera abandonarlo todo apenas empieza a conocerlo, de tal suerte que vive en la búsqueda constante de nuevas emociones y, sobre todo, evitando el riesgo del posible sufrimiento.

Alessandro Baricco, también invitado a este festival, en su obra Los Bárbaros analiza a los humanos de nuestro tiempo a la luz de estos planteamientos. 

El caso es que, si uno reúne hiper individuación, con des-sujeción,  liquidez, desapego, superficialidad que se recorre en trayectos, movimiento perpetuo (individual), se da cuenta que la letra de la canción de Karamba no es apenas el mal gusto de una composición ignorante.  

Ella refleja en toda su extensión la subjetividad de los seres humanos en la época del derrumbe de las utopías y los metarelatos: el vacío,  la soledad, el traslado del sentido de la existencia al cuerpo, la intimidad como espectáculo que se grita en las redes sociales, la higiene del sufrimiento, entre otras características.

Una forma de ser y estar en el mundo: la de hombres y mujeres que en su veloz recorrido están desesperadamente solos, y cuya única salida pareciera ser amarse demasiado a sí mismos.

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