Es lo que se preguntan desesperados vecinos del sector de la
Circunvalar con calle 13, quienes miran con preocupación cómo, en esta esquina,
se demolió completamente una vivienda, mientras que en la licencia de
construcción dice que se trata de una remodelación.
Las transformaciones urbanas en lugares de alto costo, como en
este caso, tienden a privilegiar la ilegalidad.
Cumplir con las normas eleva los costos que ya han sido absorbidos, en
su mayoría, por la renta del suelo.
La mutación de antiguas viviendas en locales comerciales, sin que
a los promotores de dichas iniciativas se les haga cumplir con los retiros de
vías y antejardines, ni mucho menos con los parqueaderos requeridos por este
tipo de establecimientos, es lo que prima en la zona. Una situación generalizada, a la cual las
autoridades parecen no darle la menor importancia.
Dificultades similares pueden apreciarse también en el de la
carrera 15, entre calles 12 y 14. Unidades residenciales convertidas en locales
y oficinas, en donde los andenes y
antejardines están completamente invadidos por vehículos que estacionan,
incluso, en la calzada, impidiendo el adecuado fluir del tránsito.
Será difícil resolver la ubicación de los automotores en estas
áreas, y en tantas otras cuya transformación urbanística se ha hecho sin ningún
control.
A este respecto, CAMACOL realizó un diagnóstico de ocupación de la
malla vial, que no pretendía ser un estudio de mercado ni la viabilidad financiera
a ningún proyecto específico, pero cuyos resultados son base para un plan
maestro de parqueaderos.
Obviamente, mientras la calle
siga siendo una alternativa de parqueo, además barata, será difícil encontrar
quien afronte esta problemática con una perspectiva económicamente rentable y
de mercado
Estos temas nos llevan, necesariamente, a una reflexión más
general. La ciudad presencia el trámite
de un nuevo plan de ordenamiento territorial que, aunque formulado rigurosamente,
deja serias dudas sobre su aplicabilidad.
Sin una decisión de gobierno al respecto del control físico, por bueno
que sea el nuevo POT, se quedará en letra muerta, y “la ciudad que soñamos”
seguirá existiendo tan solo en nuestros sueños.
La ausencia de control conlleva a la inequidad, y la exigencia selectiva
en el cumplimiento de las normas desmotiva su acatamiento generalizado. Surgen las perspicacias, y aunque Pereira sea
una ciudad de espíritu liberal y tolerante, la ciudadanía se indigna.
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