martes, 11 de septiembre de 2012

EL DON DE LA PACIENCIA

La semana pasada se realizó el Foro de Gerentes.  Este espacio, que en buena hora ha retomado la Cámara de Comercio, reviste particular interés para la ciudad, como quiera que a él asisten empresarios, gerentes y directivos de empresas, para contar sus experiencias y compartirlas con los asistentes.

Siempre es edificante oír,  de viva voz de sus protagonistas,  las historias sobre la creación y el crecimiento de las grandes empresas de nuestro país.  Es aleccionador, y también ayuda a que nuestros dirigentes tengan una visión más global de su quehacer empresarial.

El invitado en esta oportunidad fue Don Arturo Calle.  Me sorprendió gratamente porque, además de un exitoso y reconocido empresario, es una persona sencilla, simpática y con unos valores culturales bien particulares.

El enfoque que dio a su conversación coincide con criterios que comparto plenamente.  Él hizo especial énfasis en la persona, toda vez que, si bien es importante e interesante conocer las cifras y los proyectos de una empresa, consideró más valioso transmitir al auditorio su experiencia personal, las características del ser humano que ha llevado a cabo tan exitosa tarea.  Resalto tres, las que me parecieron más importantes.

Primero, hacer mínimo una hora diaria de deporte.  Esta parece una verdad de perogrullo, pero no hay tal.  Somos unos seres humanos sedentarios, atados al automóvil y al control remoto del televisor, a los smartphones y a las tablets.  Pero, es tan elemental, sin salud, para qué dinero?  Cuánto nos ahorraríamos si respetáramos más nuestro cuerpo y aplicáramos lo que tanto se ha dicho pero que poco se practica: un enfoque preventivo y no curativo de la enfermedad.

Segundo, la austeridad. Una manera de enfocar la vida totalmente contraria al consumismo derrochón de nuestras sociedades.  Su frase, muy sencilla, fue: “gastando plata no se hace plata”.

Tercera, el don de la paciencia.  Narró don Arturo como, al tener claras sus metas desde muy joven, simplemente se dedicó a trabajar y a luchar por ellas, sin desesperos, sin ansiedades, sin dar espacio a la frustración o al desanimo.  Una mentalidad trabajadora, disciplinada y persistente, indispensable para conseguir grandes logros, no sólo individuales sino colectivos.   Este modo de ver la vida está muy lejos de la inmediatez, del no saber esperar, del querer dar saltos de cuadra, de la cultura del vivo.  Qué distinta esta actitud a aquella de algunos de nuestros funcionarios públicos  -todos quieren ser alcaldes cuando apenas han transcurrido los primeros meses en funciones-,  o la mentalidad traqueta,  que sólo desea el dinero fácil y enriquecerse pasando por encima de todo y de todos.

Una gran enseñanza la de Don Arturo, que nos lleva a la misma reflexión, la misma sobre la que hay que insistir una y mil veces:  hay que luchar por ser primero personas, educadas, disciplinadas, y cultas, sólo así se consiguen verdaderos logros, transformadores, trascendentes y que perduren en el tiempo.  

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