martes, 4 de septiembre de 2012
DE CABALGATAS A CONCIERTOS, A PROPÓSITO DEL CUMPLEAÑOS DE PEREIRA
Una ciudad, para ser
agradable, más segura, necesita que los ciudadanos que la habitan
tengan una actitud de respeto y que se interesen por la cultura. Es un cambio que hay que ir construyendo: pasar de las cabalgatas, que sólo dejan
borrachos, trancones y excrementos, a los conciertos de música culta o
contemporánea, al teatro, la danza, las muestras de pintura o de cualquier otro
arte, no se logra en un día. No sólo se
requiere oferta cultural, es indispensable el deseo de los habitantes, de ese conglomerado llamado ciudad, de
asistir a lo que se ofrece. En una
sociedad de mercado como ésta, se ofrece lo que se vende, y el sector público, quien debería ser un gran
proveedor de espacios para la cultura, a duras penas si le asigna presupuesto a
esta importante tarea. Una ciudad
inculta es lo más parecido al anarquismo, cada uno se siente en el derecho de
hacer lo que le venga en gana sin la menor consideración por los derechos de aquellos
con los que comparte ese espacio geográfico.
Debemos reflexionar profundamente si ese es el tipo de sociedad que
queremos para vivir. Está en todos
nosotros preocuparnos cada día, por leer un libro, por oír buena música, por
asistir a algún evento que engrandezca el espíritu, y que nos haga sentir
orgullosos de nuestra condición de seres humanos. Sobre todo para los más pequeños, en primer
lugar el ejemplo, en segundo lugar darles la opción, la oportunidad de
descubrir que el arte es divertido y formativo.
Es mucho más fácil sentarlos frente al televisor o a los videojuegos,
que leerles un libro, llevarlos a una exposición, o a un concierto. Todo parte de lo más simple, buenos modales,
una actitud respetuosa hacia los demás.
Es imperativo enseñarles a los niños y niñas que hay que tratar con
profundo respeto a las otras personas, este es un principio de educación y
cultura. Rescatar a nuestros hijos del
consumismo con el que son bombardeados diariamente, para invitarlos a disfrutar
y divertirse con las maravillas de lo cotidiano. Y retar su cerebro, en formación, proveyéndolos de libros, acompañándolos y entusiasmándolos por las
bibliotecas, y otras actividades de tipo cultural que los vuelvan personas
críticas y de pensamiento reflexivo. No
queremos ser unos autómatas, que van por la vida haciendo lo que hacen los
demás, y menos queremos que nuestros hijos lo sean. Propongo esta reflexión, a propósito del
cumpleaños de Pereira: para una ciudad es
más importante la cultura de sus habitantes que las grandes obras de
infraestructura y cemento.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario