martes, 3 de enero de 2017

LA BASE DEL OPTIMISMO



El 2016 fue un año confuso.  Muchos llegaron a calificarlo como  el “BNT”, haciendo alusión a los sucesos más destacados sucedidos global y localmente: El Brexit, el triunfo del NO en el plebscito por la paz con las FARC, y la victoria de  Trump en Estados Unidos.


El año que recién termina, la caverna más retrograda mostró todos sus dientes,  amenazando con derrumbar lo poco que queda de la modernidad (soberanía de los Estados Nación y ciudadanía).

También, en estos últimos días vi a mis amigos cercanos, melómanos, cinéfilos y cultores de todo tipo, aterrados por el número de muertos entre sus ídolos setentones.  Y temblé, presintiendo el momento en el que este balance del tiempo habrá de llegar a las habitaciones de mi propio castillo intelectual y letrado. Temí por la suerte de mis maestros y de los escritores amados, que parecen despedirse de una época, entre esfuerzos titánicos por aferrarse a las últimas uvas de su estéril viñedo.

Ante este panorama tan poco alentador, es difícil mirar hacia atrás y tomar el aire necesario para recorrer el porvenir.  Intentando tener un balance optimista, tuve que recurrir a los deportes y señalar la histórica participación de Colombia en los juegos Olímpicos de Río o las destacadas actuaciones de Nairo Quintana; y refrenar un cierto malestar apocalíptico, al recordar las violaciones y asesinatos de mujeres, entre otros actos salvajes que ocurrieron, también, en el último año.

No obstante,  estos primeros días del calendario que comienza, me enfrento a estas líneas con la obligación de recoger el escaso fruto en el surco, y escarbar en la tierra labrada para buscar la semilla que contiene la promesa.

Viendo las cosas de este modo, he pensado que siempre es hermoso contemplar como asciende el rocío desde los pastos de la tierra a pesar de las sombras previas a temibles huracanes, que se cierran sobre un mundo en el que sus líderes sociales y políticos vienen sufriendo de preocupantes retrocesos conservadores, ultra derechistas, tribales y pre modernos.

Este rocío para mi lo representan las organizaciones sociales. Ante la evidente incapacidad del Estado y de las instituciones tradicionales para enfrentar asertivamente los males contemporáneos, muchas personas han decidido tomar acción a través de sus propias iniciativas, guiados  por un fuerte sentimiento de solidaridad y perspectiva colaborativa.

En lo local existen asociaciones, fundaciones, y entusiastas individuales que desarrollan todo tipo de actividades.  Desde programas de alimentación, liderazgo en comunidades, acompañamiento escolar para evitar la deserción, construcciones ecológicas, emprendimiento, o simplemente, buscando realizar asistencia social, que en algo ayude a paliar las malas condiciones de vida de nuestros vecinos más próximos.

Mi padre decía: el optimista y el pesimista se equivocan de igual manera, pero el optimista es infinitamente más feliz.  

Estos ciudadanos comprometidos con una especie de justicia re distributiva, constituyen para mi la base del optimismo posible. Ese que es deber  mantener siempre en el corazón de todo humano, para avivar la ilusión y afrontar dignamente la existencia.  



Fotos: Archivo libre


VÍDEO COLUMNA





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