Por disciplina y convicción, cedo el paso a los peatones cuando
están esperando cruzar las calles, en las zonas demarcadas para tal fin. Me
detengo, enciendo las luces de parqueo, intento persuadir a los demás
conductores para que hagan lo mismo. Llevo
años tratando de perseverar en esta conducta, pues he creído que la fuerza del
ejemplo es poderosa.
Dicen que una golondrina no hace verano. No obstante, he notado un
cambio sutil en los últimos días:un número creciente de personas, en diferentes
tiempos y lugares, acatando las normas de los pasos peatonales.
Hace ya más de diez años diseñamos una política de cultura
ciudadana, con el equipo que estructuró ese mismo programa en la Bogotá de
Mockus: Paul Bromberg y Rocío Londoño. En
toda mi experiencia en la administración pública, tal vez este ha sido el proyecto formulado
con mayor rigor, en el que yo haya participado.
Hicimos una gran encuesta para tener la línea de base, después de
haber seleccionado tres campos de acción: respeto por la vida, uso debido del
espacio público, y protección familiar. Diseñamos todos los formatos de
seguimiento a las actividades proyectadas,
e intentamos ponerlas en marcha. Tarea compleja, porque el modelo seleccionado por el Alcalde
de turno fue ejecutar el programa a partir de todas las secretarías
involucradas, y no centralizando su ejecución en un Instituto-como se hizo en
Bogotá-, entre otros inconvenientes.
El proyecto está documentado,no es sino actualizarlo. Las
problemáticas que dieron razón a su formulación siguen ahí, esperando a ser trabajadas.
Lo traigo a colación,porque estos cambios sutiles que menciono parten
de algo muy potente:la interiorización de un deber que se expresa en el respeto
por las normas. Avances en la conciencia
de los ciudadanos que, al no ser articulados en ninguna campaña en particular, seguirán
siendo hechos aislados.
¿No sería este el momento adecuado para potenciar los
comportamientos individuales, e irradiarlos para que se vuelvan
colectivos?
Ciudadanos conscientes y dando ejemplo: he allí un proceso que podría ser ampliado,
cuyas bases son ciertas pues se afianzan en los propios involucrados. Articular estos comportamientos con una
campaña de cultura ciudadana: una iniciativa a liderar por parte de los
colectivos ciudadanos, los gremios de la producción y entidades como la
Sociedad de Mejoras.
De la mano de la sociedad civil organizada, Pereira puede
transformar a sus habitantes en verdaderos ciudadanos, y mejorar así, ostensiblemente,
sus perspectivas futuras en todo sentido.
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