miércoles, 13 de mayo de 2015

LOS LIMITES DE LA DEMOCRACIA

Seguí con gran interés los foros realizados por el periódico La Tarde y Caracol Radio, en los que se trataron temas de vital importancia para el desarrollo del municipio de Pereira.

Los postulantes tienen niveles de capacitación, experiencia y prudencia diversos, según lo que oímos los pereiranos en las respuestas y propuestas a los asuntos planteados.

Me pareció percibir en algunos una excesiva seguridad en la exposición de intenciones absolutamente improvisadas o innecesarias.  Una “sobradez”, diría, que procede más de una capacidad verbal que de un pensamiento meditado y elaborado, sustentado en bases ciertas.  El discurso puede con todo, pero la persona que pretenda gobernar debe demostrar sensatez, así esta actitud no parezca electoralmente favorable.  Prometer de todo, incluso lo que no está al alcance de un administrador municipal, no sólo es imprudente sino irresponsable.

Los aspirantes deberían ser seleccionados por su capacidad para proponer alternativas de solución a los problemas más sensibles para la población,  y por el respeto que demuestren acerca de los procesos en curso.Puntualmente, me preocupan las posiciones de algunos en cuestiones tan decisivas como el Aeropuerto Matecaña o la integración del transporte. 

Además, está el componente pintoresco. Intenté verlo con gracia pero sólo me produjo frustración.  No hallo ningún provecho en permitir que cualquiera se postule para el primer cargo de la ciudad. No tengo nada contra las personas humildes o de baja instrucción, ni más faltaba, sólo pienso que cada uno debería ser consciente de sus capacidades y limitaciones.

No se trata sólo de un empleo deplorable del léxico y hasta de la dicción, que ya dejan mucho que desear en una persona que aspira a ser la primera autoridad de una urbe importante. Se trata de la pertinencia en los planteamientos.  Ser Alcalde, como todo trabajo, debería tener un perfil profesional mínimo definido.

Pareciera que la democracia permite decir “de todo”, y a todos participar.  Pero moralmente,aquellos que aspiran a liderar a una comunidad de más de cuatrocientos mil habitantes, no se pueden dar el lujo de dar cualquier respuesta.  Y, a sabiendas de que una ciudad es un sistema excesivamente complejo, que requiere conocimientos y formación para ser administrada, cada cual debería hacer consciencia de si cumple o no, con las calidades personales y la formación profesional mínima que se requieren para ser Alcalde.

La libre expresión y la participación democrática deberían tener ciertos límites, pero también existen los límites de la propia conciencia.

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