Con la intención de seleccionar propuestas estratégicas, que el
sector productivo pueda presentar a los candidatos a la Alcaldía de Pereira y a
la ciudadanía en general, nos pusimos en la tarea de rastrear los antecedentes
de planes y programas formulados en distintos momentos.
Estudios de planificación, prospectiva, planeamiento estratégico, planes
de desarrollo, etc.; de la ciudad y de las entidades del orden municipal que
cuentan con este tipo de ejercicios.
La primera conclusión que salta a la vista es que la ciudad tiene
bien definidos sus ejes estratégicos de desarrollo. Se trata entonces de elegir, juiciosamente y
con criterio de prioridad,los proyectos que mayor impacto traerán en el
transcurso de su ejecución, los de mayor potencial de transformación, así estos
requieran tiempo y paciencia para llegar a obtener resultados positivos.
Es seguro que aquellos proyectos verdaderamente transformadores no
se alcanzarán en uno o dos períodos de gobierno. Pero, precisamente, la tarea
del sector productivo deberá ser la de salvaguardar la constancia, en la realización
de acciones tendientes a obtener los resultados esperados. Y no permitir que intereses politiqueros, o
pujas de poder, desvíen inconvenientemente el camino trazado por la ciudad.
La ciudadanía, directamente o a través de sus representantes, ha hecho parte de todos los planes que han
definido los sectores y proyectos estratégicos y, por lo tanto, ellos deben
entenderse como mandatos ciudadanos, que deben ser respetados.
El entusiasmo por la tarea asumida es total. Solamente, quisiera señalar que me he
encontrado con algo que me aterra. En la Alcaldía de Pereira no conservan los
documentos debidamente. Quise hallar la
evaluación del plan de desarrollo de dos períodos atrás. Me dijeron que la han
destruido, aduciendo para ello un mal entendido criterio de “obsolescencia”.
No hay derecho a que se deseche el testimonio de lo ocurrido en
materia relativa al desarrollo del municipio.
Así, ¿cómo haremos para no repetir, eternamente, los errores del pasado?Estamos
ante una gran indolencia, una ausencia de consciencia
cuya falta es grave.
Planos, borradores de programas y proyectos, que costaron recursos
a la ciudad y guardan la memoria de su desarrollo, no pueden ser enviados al
pica papel apenas su recuerdo entibiece.
Su conservación debería ser rigurosa. No estamos tratando aquí con
cualquier baratija que pasa de moda.
Corregir este imperdonable error será el primer paso para
reconocernos como comunidad imaginada, que se piensa y se representa
precisamente a partir de este tipo de memorias.
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