Los sentidos necesitan descanso.
Por eso dormimos a oscuras, nos profundizamos en un sosiego sin luz.Es
necesario para lograr el merecido descanso, reparar nuestras fuerzas con miras
a la próxima jornada.
Lastimosamente en Pereira dormir o habitar en silencio se ha
convertido en un imposible: son innumerables y desproporcionadas las fuentes de
ruido.
Recientemente me decía una amiga, que vive cerca de la Avenida Circunvalar:
“me quiero ir a Cerritos a ver si logro dormir, el alboroto donde vivo es
insoportable”.
Tuve que desilusionarla. En
Cerritos, y en general en la zona rural, el ruido es el mismo o peor de
insufrible que en la ciudad.Vía a Armenia, en Arabia, Combia, Altagracia, o en
la Florida, da igual, el estrépito asalta y la falta de sensibilidad por el
otro es la única regla, ejercicio a ultranza de una autonomía mal
entendida.
Importan la diversión, las ganancias, pero no se considera en
absoluto si a partir del escandaloso performance le hacemos la vida imposible a aquellos
con los que convivimos.
En la zona urbana la barahúnda aturde en calles y centros
comerciales. El entorno rural se ha plagado de establecimientos que no cumplen
ningún requisito para funcionar: casas campestres adaptadas como bares,
discotecas, o para celebrar eventos y reuniones, sin el menor acondicionamiento
que garantice que su funcionamiento no molestará a los vecinos.
Los fines de semana transcurren en la pesada compañía de los after,
o de las fiestas de las que provienen bullas disímiles: unos mariachis por allí,
un trío por allá, un karaoke destemplado.
Permanente contaminación acústica a la que se suman, no en pocas ocasiones, la pólvora y hasta los tiros.
Queremos posicionarnos como destino turístico campestre, propicio
para el descanso, pero constantemente los abrumados turistas no pueden pegar el
ojo: la finca vecina ha sido alquilada para una juerga sin control, sin
sujeción a ninguna norma.
Toda una cultura dela estridencia, de la desfachatez, que desquicia
a la mayoría de la población que sólo quiere vivir en paz y no puede, sometida
como está, de día y de noche, a vivir con una especie de sonido
“medioambiental”. Ciudadanos trasnochados que no rendirán igual en trabajos o
estudios, a los que les sobrevendrá el estrés por andar mal dormidos.
¿No creen las autoridades que hay algo profundo en lo que no se
está trabajando, un aspecto vital de la convivencia ciudadana que se está
dejando de tener en cuenta?
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