Recientemente, a partir de una investigación realizada por el
periódico La Tarde y Caracol Radio, se abrió la pregunta por la posible
destinación de los más de sesenta mil millones de pesos que están en poder del
municipio, producto de la venta de su participación en la empresa de teléfonos
de Pereira.
Hace unos diez años, la participación del municipio en esta
empresa le reportaba unos cinco mil millones de pesos anuales, que ingresaban
al presupuesto y servían para realizar inversiones.
Sin embargo, por los cambios tecnológicos, se empezó a hacer
evidente la destrucción de valor de este negocio, el de la telefonía fija. Desde ese entonces, el municipio intentó realizar
una negociación con los otros socios, las Empresas Públicas de
Medellín. Lamentablemente, y por razones que no vienen al caso, esta negociación
no se concretó, ya que, recuerdo, la
cifra planteada era superior al doble de lo que finalmente se obtuvo.
Pero, como dicen, del ahogado el sombrero. Ese ya no es tema de
discusión.
Lo importante, según lo hallado por la investigación periodística
mencionada, es el camino que habrán tomado estos recursos.
Mucho se dijo sobre su posible inversión en el momento de realizar
el negocio. Después la atención de los ciudadanos pasó a otros asuntos,
olvidando que era importante tener claridad acerca de cómo habrían de
utilizarse.
Lamentablemente, el debate vuelve a ponerse a la orden del día
cuando parece que ya se han gastado parte del monto original, por lo menos un
veinticinco por ciento, sin que sea claro en qué o cómo.
Para un municipio lleno de necesidades y deficitario
presupuestalmente, estos recursos son muy importantes y su inversión debería
hacerse pensado en agregar valor, apalancando proyectos cuyos resultados fueran
tangibles, verificables, y que tuvieran un nivel de impacto importante.
Creo que la Alcaldía está en mora de hacer un planteamiento
concienzudo sobre el uso que va a darle a este dinero. Y, ojalá, que no sea para realizar créditos,
porque la experiencia de los dieciséis mil millones que el INFI Pereira le
prestó a Cartago, sin que hasta ahora se sepa cómo habrán de recuperarse,
parece mostrar a todas luces que los municipios no deben andar dándoselas de
banco. Ese capital queda mejor invertido
en alguna necesidad sentida de la ciudad. Así, se acaba
el riesgo de tenerlo expuesto a tanta creatividad que a veces demuestran los
amigos del erario público.
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