¿Qué debemos hacer, juntos, ciudadanos y autoridades, para limitar
el exceso de ruido en el que vive Pereira?
Este problema, que hace rato se salió de control, afecta por igual
a las zonas urbana y rural. En los
corregimientos de Cerritos y Combia, por ejemplo, la situación es desesperante.
Quienes alquilan fincas de recreo, no se responsabilizan en lo más
mínimo de las actividades que desarrollan sus arrendatarios. Todo tipo de melodías, reproducidas o interpretadas
en vivo, hasta la pesadilla sin fin de la música trans, hacen parte del menú de
ondas que viajan, superponiéndose las unas a las otras, como si viviéramos
rodeados de cantinas de mala muerte.El panorama incluye fiestas que no
concluyen a horas razonables, ya que, en ocasiones, pueden durar un puente
festivo completo, sin que medie interrupción en los acompañamientos sonoros que
animan el evento.
Otros, han convertido sus antiguas casas de descanso en
establecimientos de divertimento, sin verse obligados a realizar ningún tipo de
adecuación. Así, las amplificaciones
envían el sonido directamente al exterior, como un chorro de irrespeto, para
quienes tienen que padecer la irresponsabilidad de aquellos que obran como si
vivieran solos en el mundo.
Los vecinos, perpetuamente trasnochados,temen la llegada del
siguiente fin de semana. De sobra saben
que éste será el momento de perder la calma y verse sometidos a nuevas jornadas
de interminable ruido.
Esta situación, que tiene sus causas profundas en la ausencia de
regulación de usos del suelo, se ve aumentada por el desinterés, de policía y
autoridades de gobierno, en poner orden al caos actual.
Los afectados no son sólo los residentes. Se resiente la economía de la ciudad, en su
presente, pero, sobre todo, a futuro. Siendo
el turismo rural una apuesta significativa para el desarrollo económico de
nuestra región, este desorden atenta directamente contra la posibilidad de
consolidarnos como un destino de descanso, y así tengamos mil maravillas naturales,la
mala experiencia ganará a la hora de recordar la visita a estas tierras.
¿Qué turista querrá venir a dormir en esta barahúnda, y someterse
a este caos sin gobierno, en el que se ha convertido la ciudad, y, en especial,
sus zonas rurales? Les aseguro que
quienes buscando reposo hayan encontrado el insomnio, causado por la estridencia
de parlantes y micrófonos tronantes en su perpetuo desafío, jamás
regresarán.
Entonces, ciudadanos y autoridades, ¿qué vamos a hacer para
empezar a corregir tanto desafuero?
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