martes, 6 de mayo de 2014

UNA ESTRATEGIA DE DESARROLLO

Hace días me trasnocha un pensamiento.  Me parece que nos falta algo, una orientación, un acuerdo común,  sobre lo que debemos ser como ciudad.

Una ciudad se constituye como una entidad de eficiencia, en la que se realizan intercambios,  entre una población productora o receptora de ellos.  Podemos entender los intercambios como comerciales, sociales, culturales, etc., pero todos ellos están sustentados en una base común: la economía.  Una población se asienta en un territorio a partir de un interés económico.

Más importante que saber el trazado de las futuras vías, la asignación de usos del suelo, la localización de equipamientos, del espacio público, e, incluso, que los procesos educativos, culturales y sociales, es definir qué tipo de economía se desarrolla en el espacio urbano.  Entender sus componentes y sus potencialidades, para poder obrar sobre ellos, partiendo de un deseable acuerdo común, es una prioridad.

Hemos hecho algunos ejercicios, y en la administración anterior se intentó uno de prospectiva, al cual le tengo reparos por su metodología, aunque no voy a profundizar en ello.

Pero, lo que no parece que hayamos hecho aún, es construir una estrategia de desarrollo.  Entendida esta como una apuesta común, sobre la tendencia prioritaria, representada en uno o dos sectores económicos, hacia la cual debemos orientar nuestros esfuerzos. Lo cual no quiere decir desatender a los demás, sólo enfocarse. 

Es importante, vital hacerlo. No podemos seguir apuntando con escopeta de regadera, o sin saber hacia donde nos dirigimos, porque, como dicen, al que no sabe para donde va cualquier camino le sirve!

Y, así suene incorrecto políticamente, hay que decir que esta antecede a otras, y, por supuesto a la revisión del POT:  ¡la infraestructura urbana DEBE obedecer al desarrollo económico, y no al revés!

Lo más importante para construir la estrategia de desarrollo, planteamiento que ha venido ganando consenso entre representantes del sector privado, es que podamos ponernos de acuerdo, como sociedad. Así, será posible aplicar de una manera más eficiente los recursos, y contar con una ruta trazada para aplicar a ella todas nuestras fuerzas.


Y, como no estamos descubriendo el agua tibia, es necesario decir que ya otras ciudades han transitado por este camino.  Los cambios sustanciales, que observamos  en ciudades como Barranquilla o Medellín, proceden de una reflexión de este tipo, que fue punto de partida para su transformación.  Ojalá que esta propuesta se concrete.  Como dicen los muchachos: ¡vamos a hacerle!

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