Me gustan las personas preocupadas por el medio ambiente, aquellas
que, decididamente, hacen su aporte para que vivamos en un planeta mejor. Pero, con mucha pena, tengo que decir que no me gustan las cosas
hechas a lo “copy-paste”. Medidas como
el día sin carro, parecen más un afán
por sumarse a una “tendencia”, que algo que realmente contribuya a la causa
ambiental.
Pereira no tiene sistemas alternativos de transporte, el sistema
de transporte masivo, Megabús, además de estar lejos de ser masivo, contamina igual que los vehículos normales
puesto que el combustible que usa es el peor veneno posible: el diésel. Es cierto que moviliza, en un solo vehículo,
mayor cantidad de pasajeros, pero, con toda seguridad, el número no variará
sustancialmente con el día sin carro. No
creo que ningún propietario de carro particular salga apresurado a comprar una
tarjeta para usarla sólo ese día, y
darse su primera montadita en el “Mega”.
Por otro lado, no se prohíbe el uso de taxis, que serán los
grandes beneficiados. No tengo nada en contra, pero, en términos estrictamente ambientales, el
efecto se anula, pues se sustituyen unos
vehículos por otros. Y la afectada
siempre será la billetera. Quienes tengan citas médicas, cirugías,
negocios importantes, reuniones decisivas, tendrán que bajarse de los denarios
que les ayuden a llegar, en taxi, a su destino.
Todo lo demás que sea aplazable se aplazará, y, con nuestra vocación
fiestera, haremos de ese día un nuevo
festivo.
Es posible que se dé una reducción en las emisiones, producto de los vehículos que dejen de
circular, lo que puede ser interesante si se miden los resultados que, a
propósito, ¿quién los mide?, ¿qué entidad es la encargada de hacer el
seguimiento y construir series históricas?
Los perjudicados serán los de siempre, el aparato productivo, el
comercio, los que usan el transporte público, que se verá algo más saturado; y todo esto redundará en
una pérdida económica.
La verdad es que esta medida, a secas, resulta antipática para los
ciudadanos. Se requiere de otras para
hacerla efectiva. Por ejemplo, si
tuviéramos una ciclo ruta, por la Avenida 30 de Agosto, segura y de carril
exclusivo; o un sistema de transporte masivo bien conectado, otro sería el cantar. Ahí sí, bienvenido el día sin carro, y, ¿para
qué?, pues para mostrarles a los ciudadanos que existen alternativas, que
tienen una infraestructura que aún no han aprendido a usar, y engancharlos en
su uso frecuente, contando con que se
requiere hacer un gran esfuerzo pedagógico.
Antes no. Sin
infraestructura para la movilidad alternativa, sin un transporte masivo
eficiente y movilizado con energías limpias, no sé qué objeto tiene limitar la
movilidad de los vehículos particulares.
Se castiga al usuario del vehículo, y a la economía, pero es un castigo
que no alecciona. Tal vez sirve para
algo que resulta más bien ridículo: para que concejales y funcionarios se tomen
fotos en traje de sport, montados en bicicleta. Será el único día que lo hacen, salvo
contadas excepciones.
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