martes, 13 de diciembre de 2016

LO MEDIÁTICO


Vivimos siempre con una sensación de marea alta.  Este vértigo permanente es alimentado, sin piedad,  por los medios de comunicación, con un interés muy concreto.

No quiere decir que las cosas no pasen. Suceden y son muy graves.  Pero, hay una especie de horda que se excita y que cada vez demanda contenidos más fuertes.

Es importante difundir lo que sucede.  No obstante, a partir de la comunicación de eventos con potencial mediático (no sólo por lo terribles, sino en gran parte debido a las características económicas o condición social de los protagonistas) se viene configurando una manera de informar, evaluar, y condenar “por entregas”.

El caso Colmenares,  el del monstruo de Monserrate, y ahora, el del infame abuso y asesinato de Yuliana Samboní, son muestras de ello.

A partir de este último caso, el de los vejámenes a los que fue sometida la niña caucana, he quedado con la sensación, tal vez inexacta o injusta, de que la información se brinda al público “a cuenta gotas”, amparada en sucesos siniestros o retorcidos, que movilizan las profundidades más inconfesables de todos nosotros.

Entonces, no puedo dejar de pensar en la condena instantánea de la horda, la virtual de las redes sociales, y la presencial, que por poco lincha al señalado de los crímenes.  Y en el desconcierto de muchos: en la medida en que van siendo informados del cambio de los acontecimientos que ellos de manera precipitada habían juzgado y condenado  en su cabeza.  

Solicitudes de castración, pena de muerte y otras más subidas de tono; manifestaciones todas que de fondo tienen poco (en el sentido de servir realmente para prevenir estos terribles casos), constituyen una manera de expresar la indignación, y de, por qué no, exorcizar los propios demonios, pero están hechas por fuera de toda consideración civilizada (respeto por el Otro frente a un Estado de derecho, etc.).

Repudio sin atenuantes lo sucedido a la niña en Bogotá. Así como todo comportamiento que atente contra los derechos humanos, pero no por ello puedo hacerme parte de la horda. Espero que la justicia actúe, y que estos tristes episodios nos ayuden a pensarnos mejor como sociedad, para corregir el rumbo en aquellos aspectos en los que venimos registrando comportamientos perversos.

No por lo real y doloroso de los hechos puedo dejar de entrever que mucha de la información que circula, en vez de contribuir a la formación de una opinión serena y fundamentada, lo que hace es suministrar “dosis” a una especie de adicción a lo grotesco, lo macabro o lo repugnante, aspectos en crecimiento en nuestra sociedad.

Este tipo de subjetividad que se fomenta, a mi juicio intencionadamente, promueve comportamientos sociales inadecuados, en vez de colaborar en la construcción de escenarios de comprensión y mejoramiento de la convivencia.

Entre todo lo sucedido en la última semana, lo peor de lo peor: el oportunismo vulgar y degradante de algunos uribistas, que aprovecharon el enojo de los colombianos para hacer propaganda política en contra de la paz.

Foto: imagen de uso libre.


VÍDEO COLUMNA


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