martes, 22 de marzo de 2016



CUANDO ES NECESARIO DECIR ADIOS



Vivimos rodeados de personas. No es posible saber siquiera quienes somos por fuera del contacto con el Otro.  Ese Otro que nos acompaña, nos enseña, nos estimula o nos reta, es parte esencial de nosotros mismos.

Podría decirse que “escogemos” a quienes habrán de acompañarnos en el viaje por la vida. Si bien es cierto que muchas personas alrededor nos son “obligadas”, seleccionamos a aquellos que conformarán nuestro círculo íntimo, a los que les dedicamos tiempo y escucha.  Los amigos están en nuestras vidas por una razón, establecemos con ellos relaciones profundas de empatía, basadas en gustos y sentimientos compartidos.  Sufrimos, luchamos y gozamos con ellos, compartiendo en su compañía nuestra existencia.  

Compartir es una hermosa palabra, base de nuestro entendimiento.  Para vivir en comunidad nos es preciso compartir: los espacios, los ideales, las preocupaciones, los esfuerzos.

Al igual que de manera individual nos relacionamos como familiares y amigos, en un plano más amplio construimos comunidades, vivimos en ellas y establecemos nuestras mutuas relaciones, propósitos y expectativas de todo tipo: sentimentales, laborales, intelectuales, de diversión, esparcimiento, de vida y muerte.

Un condominio, un barrio, una ciudad, una empresa, son comunidades que se basan en relatos de identidad que unen a las personas.  No existe comunidad sin relato que la sustente. En su construcción son necesarios los liderazgos, personas representativas de la misma comunidad que con sus ejecutorias y posiciones marcan un rumbo, dan cohesión y animan a la colectividad a trabajar para obtener los resultados que habrán de mejorar la vida de todos.

La semana pasada partió un líder de nuestra comunidad.  Un hombre destacado por su compromiso, siempre presente,  para que nuestras cosas -en el marco de la región y la ciudad que habitamos- marcharan bien.  Un “hombre útil”, como se le definió en alguno de los muchos homenajes que empezaron a circular, por los medios de comunicación y las redes sociales, a raíz de su partida definitiva.  

Fernando Agudelo Velasco nos deja su ausencia, en ese liderazgo representativo que pocos asumen y que tanto necesitamos, comprometido en la defensa de nuestros más caros intereses.

Un amigo entrañable que se va,  una presencia, un ánimo siempre afable y dispuestoen la amistad y en la colaboración para el bien común.  Su partida nos deja la soledad de la sobrevivencia en orfandad.   Decir adiós se vuelve difícil, y las palabras no acuden a nuestro auxilio cuando la despedida es definitiva.

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