En el mundo contemporáneo hay una exigencia a vivir el momento,
consigna hedonista de incitación a todo tipo de desenfreno.
Este modo de vida que se nos impone ingresa a nosotros a través del
cuerpo. En forma de comida, artículos
para usar, corregir (como en el caso de las cirugías estéticas), transportarse,o habitar.
Por un lado está el ideal de la figura perfecta, la casa de revista, o la ropa de moda, por el
otro, la realidad de los cuerpos mancillados en la orgía consumista, el vacío
de los objetos que no abrazan, prótesis de todo orden que no sustituyen el
sentido de la existencia.
Cada compra es un anhelo detrás del cual se esconde la soledad de
los sujetos. Cada artículo usado es una
frustración, puesto que en él no habita la dicha prometida: su imperfección es
relativa a la vida misma, incompletud
premeditada del ciclo del consumo. Entonces
surge, con afán casi neurótico, la oferta de una nueva ilusión, empaquetada
hábilmente por el mercadeo como una manera de alcanzar la esquiva
felicidad.
El episodio de Daniela Ospina, en su presentación en el Bernabéu,
me hace pensar que ella no era sólo una muchacha venida de la periferia del
mundo cumpliendo un sueño mentiroso. Era
todas las mujeres del mundo expuestas, a través de ella, a la ferocidad de los
estándares sociales de una comunidad cruel y vacía. Su sueño se extinguió a la velocidad de los
flashes disparados. Su apariencia de
joven latina y deportista no bastó para colmar las expectativas del tipo
“spicegirl”. Y cedió. Terminó agregando
a sus senos siliconados una nariz de prototipo, de muñeca de vitrina. Ahora es
lo que no era, y nunca será lo que anhelaba ser.
En el mundo de hoy, todos nos enfrentamos a presiones de este
tipo. Por ello, es importante recordar que el cuerpo es un instrumento para
vivir, que contiene la mente, para llenarla de lecturas, de amores y tardes
de sol, de logros en el trabajo y en la crianza, de aportes a los demás.
A la consigna de nuestro tiempo: “tu vida es tu cuerpo, tu ropa,
tus muebles, tu carro”;debemos oponer resistencia.Estar orgullosos de las
huellas que la vida bien vivida ha dejado en nuestros cuerpos, y del contenido
que podamos darle a nuestras vidas.¡El cuerpo y los objetos son instrumentos
para vivir, no la vida misma!
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