Mucho se ha discutido acerca de las obras de remodelación, y,
sobre todo, se ha debatido el tema de la financiación.
El Alcalde Vásquez, en unas declaraciones de primer momento,
cuando recibió el producto de la venta de la participación del municipio en la
empresa de teléfonos, comprometió dichos recursos en las inversiones requeridas
para consolidar el aeropuerto.
También, en algún momento de la pasada contienda electoral para
presidencia, el hoy presidente Santos se comprometió con la asignación de unos
recursos del orden nacional para financiar este proyecto. Entre otras, si han enterrado, literalmente,
la cantidad exorbitante destinada al hipotético aeropuerto de Palestina, y aún,
según un reciente artículo publicado en la Revista Semana, les faltan $500 mil
millones, es perfectamente posible que el gobierno nacional destine una cifra
cercana a los $100 mil millones para completar las obras del plan maestro,
siendo el Matecaña lo que es, lo cual se puede demostrar perfectamente con las
cifras de pasajeros que hoy moviliza.
Después, se abrió la posibilidad de estructurar una APP (alianza
público privada), para llevar a cabo parte de estas inversiones.
De allí, fundamentalmente, es de donde parte el debate que ha
rodeado esta iniciativa: la discusión acerca de cuáles recursos usar para hacer
la primera etapa del plan maestro.
Pero, la visión que tengo es diferente, y se sale de esta
controversia, en el siguiente sentido.
Creo que, para tener el aeropuerto que necesitamos, y ejecutar
todas las etapas del plan maestro, debemos buscar los
recursos de la APP, que de paso, bienvenidos sean si nos podemos apalancar en
ellos con un contrato debidamente estructurado y que nos brinde la mayor
cantidad de garantías. Se necesitan los
recursos propios, que en principio se habían comprometido. Y, se requieren más
recursos, que hay que ir a buscar al gobierno nacional.
No sé por qué, a nosotros, que históricamente hemos sido tan
pujantes, tan cívicos, se nos está convirtiendo esto en un problema de desunión
y timidez. Hay que ser osados, como lo
fueron nuestros antepasados, que a punta de hacha y machete se fueron a
abrirnos el futuro del que hoy estamos disfrutando. ¿A qué le tememos? ¿Por qué nuestra clase
parlamentaria, y los representantes del sector privado -bien conectados con el
gobierno nacional-, unidos, no gestionan los recursos que hacen falta para
complementar el alcance de lo que hoy se está ejecutando? ¡Podemos hacerlo,
claro que podemos!
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