Así sentenciaba una columnista de opinión de El Tiempo, al
referirse a la controversia generada por la presentación de la actriz que
encarna a Hannah Montana, en los premios MTV Awards 2013, cuyas fuertes escenas
impactaron, al ser ella un ídolo de niñas y adolescentes.
Cuando nacieron mis hijos decidí bajarle el ritmo a mi carrera
profesional, para dedicarme con mayor énfasis a su educación. Esta decisión me ha traído muchos “costos” y uno
que otro sinsabor, aunque, a decir verdad, nunca he dejado de trabajar, y he mezclado las actividades familiares con
trabajos de menor intensidad. El caso es
que trato de pasar tiempo con ellos y de inducirlos a los deportes, a los
juegos tradicionales (escondite, lleva, etc.),
y a la lectura. Constantemente
estoy intentando educar sus gustos mediante la exposición al arte, al contacto
con la naturaleza y a otras influencias que considero positivas. Sin embargo, mi lucha es infinita por
sacarlos del reguetón, de la televisión, de las películas infantiles –que parecen
todas variaciones sobre un mismo, pobre, argumento-, y, ahora, de los video juegos.
Aunque en casa aún no nos hemos decidido a comprarles un X BOX o
un Play, tenemos I Pad, aparato este
tremendamente adictivo -se cuentan por miles los juegos que pueden descargarse,
muchos de ellos bastante violentos-.
El que más detesto, y eliminé,
inmediatamente me percaté de su contenido, se llama Gangstar Río. En él, recreando un ambiente de favelas, el
jugador se convierte en pandillero, dealer o mafioso. Tuve que tener con mis hijos una conversación
muy seria, pues de manera inocente empezaron a decir que vendían drogas y cosas
por el estilo. Sufrí un shock emocional,
y empecé a tratar de explicarles, cosa difícil porque tienen 5 y 8 años, el significado de sus palabras, lo perjudicial del consumo
de drogas, el delito que constituye su comercialización (no sólo por ser
ilegal, sino porque es una verdadera afrenta al género humano enriquecerse
mientras se desgracia la vida de los otros), y demás elementos de moral y
comportamiento social. Dudo acerca de qué
tanto hayan comprendido, pero entendí que son frases que repiten, mecánicamente, extractadas de los video juegos
o de los demás medios audiovisuales.
Hay que estar muy vigilantes de lo que hacen y ven nuestros
hijos. Como dice la columnista, la
educación es un oficio personal e intransferible, y, de acuerdo a las
posibilidades de cada uno, hay que ingeniárselas para trasmitirles aquellos
parámetros de conducta que harán de ellos buenas personas adultas. Los niños aprenden mediante el ejemplo, y,
para afirmar lo aprendido, requieren de
la repetición. Esto no se logra si el
tiempo que les dedicamos es mínimo. Existe una creencia, fomentada por la
sociedad de consumo, de que los hijos necesitan muchas cosas, y trabajamos
incansablemente para brindárselas. Yo
creo que los niños, para crecer felices, necesitan muchas menos cosas y que,
tristemente, no tienen lo que más requieren: tiempo en compañía de sus padres.
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