Estuve la semana pasada en la ciudad de la montaña, la bella y
emprendedora Medellín. Siempre he
admirado a la capital de la eterna primavera por su pujanza, por el manejo de sus
cauces, su arborización, sus planes de renovación urbana, como el de la Alpujarra o el del Museo de
Antioquia- los cuales estudié cuando tuve la oportunidad de dirigir el proyecto
de renovación de Ciudad Victoria-, etc.
Sin embargo, me llamaron poderosamente la atención en esta visita dos
cosas: los trancones y la percepción de inseguridad.
Padecí, como padecen sus habitantes, las dificultades en el
transporte debido a la saturación de las vías por el parque automotor, que ha
aumentado dramáticamente. Al año 2007 circulaban, en toda el área metropolitana, un total de 888.595 vehículos, incluyendo
carros y motos. Para el año 2010 esta
cifra llegó a 936 mil y al final del año 2011 a 1.018.257. De acuerdo a un informe presentado por el
observatorio Medellín Cómo Vamos: “los tiempos promedio de desplazamiento en la
ciudad aumentaron significativamente entre 2005 y
2012, pasando de 25 minutos a 34 minutos, respectivamente”.
Eso
dicen las estadísticas, y yo puedo decir que para subir de la Avenida el
Poblado al Centro Comercial El Tesoro, un
miércoles a las cinco de la tarde, nos demoramos una hora, porque subimos, como dijo mi acompañante, “a pico monto”.
En cuanto a la seguridad, según datos de la Personería
Municipal, los homicidios se redujeron
en un 24,3% entre el 2011 y el 2012, aunque la tasa de homicidios siga siendo
una de las más altas del país, 52,2 muertos por cada cien mil habitantes.
Sin embargo, de acuerdo a lo que me contaban los miembros
de una familia, que ha habitado en el
sector del barrio Calasanz por más de 50 años, las estadísticas no reflejan la
realidad. Todos los establecimientos comerciales de la Avenida 80 están
“vacunados”, de estos actos ilegales son objeto los dueños de los buses de
transporte público, y, en general, este no parece ser un fenómeno que esté
confinado a las comunas, sino que se ha extendido y generalizado a todos los
sectores y actividades de la ciudad.
Hace poco el Ministro Luis Felipe Henao denunció que los proyectos de
vivienda gratis en Medellín no iban a cumplir con el calendario estipulado para
la entrega, pues los constructores
habían sido víctimas de extorsiones que habían paralizado la ejecución de las
obras.
En fin, las
ciudades van creciendo y se van “saliendo de madre”. Pereira, que siempre se ha creído una
Medellín chiquita, debería abrir muy
bien los ojos. Ciudadanos y
autoridades estamos obligados a mantener los problemas dominados,
porque, para algo debe servir el ejemplo.
Antes de que todos los males se salgan de control y sobrepasen la
gobernabilidad, se dan muchas señales de
aviso que, al no ser atendidas, van contribuyendo a que los problemas se
acumulen y se vuelvan de grandes dimensiones. Nuestra ciudad, aún con sus
problemas, todavía es un buen vividero, es una “buena villa”, pero, como dice el viejo refrán, ¡¡¡cuando
rasuran a tu vecino pon tu barba a remojar!!!.
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