lunes, 12 de agosto de 2013

LA BELLA VILLA

Estuve la semana pasada en la ciudad de la montaña, la bella y emprendedora Medellín.  Siempre he admirado a la capital de la eterna primavera por su pujanza, por el manejo de sus cauces, su arborización, sus planes de renovación urbana,  como el de la Alpujarra o el del Museo de Antioquia- los cuales estudié cuando tuve la oportunidad de dirigir el proyecto de renovación de Ciudad Victoria-, etc.  Sin embargo, me llamaron poderosamente la atención en esta visita dos cosas: los trancones y la percepción de inseguridad. 

Padecí, como padecen sus habitantes, las dificultades en el transporte debido a la saturación de las vías por el parque automotor, que ha aumentado dramáticamente.    Al año 2007  circulaban,  en toda el área metropolitana,  un total de 888.595 vehículos, incluyendo carros y motos.  Para el año 2010 esta cifra llegó a 936 mil  y  al final del año 2011 a 1.018.257.  De acuerdo a un informe presentado por el observatorio Medellín Cómo Vamos: “los tiempos promedio de desplazamiento en la ciudad aumentaron significativamente entre 2005 y 2012, pasando de 25 minutos a 34 minutos, respectivamente”.

Eso dicen las estadísticas, y yo puedo decir que para subir de la Avenida el Poblado al Centro Comercial El Tesoro, un miércoles a las cinco de la tarde, nos demoramos una hora, porque subimos,  como dijo mi acompañante,  “a pico monto”.

En cuanto a la seguridad, según datos de la Personería Municipal,  los homicidios se redujeron en un 24,3% entre el 2011 y el 2012, aunque la tasa de homicidios siga siendo una de las más altas del país, 52,2 muertos por cada cien mil habitantes.

Sin embargo, de acuerdo a lo que me contaban los miembros de una familia,  que ha habitado en el sector del barrio Calasanz por más de 50 años, las estadísticas no reflejan la realidad. Todos los establecimientos comerciales de la Avenida 80 están “vacunados”, de estos actos ilegales son objeto los dueños de los buses de transporte público, y, en general, este no parece ser un fenómeno que esté confinado a las comunas, sino que se ha extendido y generalizado a todos los sectores y actividades de la ciudad.  Hace poco el Ministro Luis Felipe Henao denunció que los proyectos de vivienda gratis en Medellín no iban a cumplir con el calendario estipulado para la entrega,  pues los constructores habían sido víctimas de extorsiones que habían paralizado la ejecución de las obras.


En fin,  las ciudades van creciendo y se van “saliendo de madre”.  Pereira, que siempre se ha creído una Medellín chiquita,  debería abrir muy bien los ojos.   Ciudadanos y  autoridades estamos obligados a mantener los problemas dominados, porque, para algo debe servir el ejemplo.  Antes de que todos los males se salgan de control y sobrepasen la gobernabilidad,  se dan muchas señales de aviso  que, al  no ser atendidas,  van contribuyendo a que los problemas se acumulen y se vuelvan de grandes dimensiones. Nuestra ciudad, aún con sus problemas, todavía es un buen vividero, es una “buena villa”, pero,  como dice el viejo refrán,  ¡¡¡cuando rasuran a tu vecino pon tu barba a remojar!!!

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