Después de que recibí la sanción, en mis recorridos por la Avenida
30 de Agosto, he observado tres, cinco, o hasta más vehículos siendo objeto del
temido comparendo.
Como la sanción disminuye en un porcentaje importante si se
realiza un curso, llegué puntual a una residencia en los alrededores del
Tránsito, muy mal adaptada para impartir estas capacitaciones.
Comenzamos nuestra introducción en la normatividad vial, de la
mano de un instructor que llamaré Luis Fernando.Pensé, “qué aburrido, si yo hice el curso del pase”, evitando
recordar hace cuántos años fue.
Mi aburrimiento se convirtió en desconcierto porque el profesor no
sólo exponía, sino que iba preguntando: si las manos en el manubrio se ponen así o asá,
o cómo adelantaría en tal o cual caso.
Empecé a incomodarme por tener que responder como en la escuelita
de doña Rita. Intenté pensar en otra cosa, razón por la cual me llamó la
atención. Distraída, me dijo, ante lo cual, mirándolo con cara de Nicolás
Gaviria-el del famoso usted no sabe-, empecé a responder de mala gana, no fuera
a ser que le diera por no aprobarme el bendito curso y perdiera la ida, la
aguantada de calor y hasta el mal genio.
Así estuve, en la primera media hora, acompañada por otro “alumno”
que contestaba extendiéndose hasta el delirio, y tres motociclistas jovencitos,
que apenas reían nerviosamente, cada vez que se reconocían imprudentes en los
ejemplos aportados por el expositor.
Tal vez en un momento empecé a notar que los años han pasado, desde
aquel otro curso lejano, que las normas
cambian y hay nuevas complejidades a la hora de conducir. De repente, algo en mí empezó a interesarse
por Luis Fernando, quien, además, mostraba imágenes de aparatosos accidentes
que aterrarían hasta a un doble de cine.
Concluí, en el balance, que los cursos sirven. Es más, deberían ser obligatorios cada cierto
tiempo. Ni qué decir para los
conductores de motocicletas, las mismas que se llevan en el carro del mercado
junto a los huevos y la leche, sin que medie entre el acto de compra y la
puesta en escena capacitación alguna.
Eso sí, señores del Tránsito, por caridad, pongan un letrero bien
grande en el desvío anterior a Unicentro, que diga: “Señor conductor, AQUÍ
comienza el pico y placa”. Disminuirán los ingresos por comparendos y cursos,
pero hay que recordar que el objetivo no es sancionar, sino controlar el
tráfico.
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