Estoy leyendo el Plan de Desarrollo Municipal 2016-2019, “Pereira, Capital del Eje”, y no es porque quiera que me nombren en algún cargo público, como recientemente se ha especulado, sino porque enfrentada como estoy todos los días a este ejercicio de la columna de opinión, me siento obligada a tener conocimiento de causa para poder argumentar de mejor manera mis apreciaciones sobre múltiples aspectos de ciudad.
El plan tiene un buen diagnóstico con intentos de análisis en casi todos los aspectos. Pero, recorriendo cada uno de sus apartes, no puedo dejar de preocuparme por los diferentes temas en los que continuamente se está afirmando acerca de diversas carencias: de información para la planeación (con contadas excepciones en los sectores de la salud y la educación), de una adecuada planificación de los procesos o de políticas públicas en temas delicados, de coordinación interinstitucional para la acción pública y, alarmante, de preparación para eventos catastróficos, entre otras. Me preocupa particularmente nuestra debilidad en asuntos de prevención y atención de riesgos.
Haciendo una lectura transversal se hace evidente que tenemos una inmensa vulnerabilidad ante las amenazas de todo tipo de riesgos: epidemias transmitidas por vectores tipo chikungunya o dengue o las derivadas de la potabilización del agua, a los eventos de la naturaleza como incendios forestales, vendavales, avenidas de ríos y quebradas o sismos.
Nadie quiere que suceda un evento catastrófico, pero la realidad es que ninguno de nosotros tiene el control sobre su ocurrencia. Vivimos en un equilibrio inestable que puede romperse en cualquier momento y para el cual no estamos preparados adecuadamente.
Los estudios de riesgo en varias áreas no se han vuelto a actualizar.
El sistema hospitalario tiene una saturación inaudita. Aún hoy, sin que se presente ninguna calamidad que demande una cantidad excesiva de atenciones, los pacientes deben esperar en los pasillos antes o después de intervenciones quirúrgicas por la falta de camas disponibles.
Las entidades de socorro como Bomberos y Defensa Civil cuentan con muy pocas herramientas para enfrentarse a una gran tragedia.
El cambio climático nos expone al aumento de la temperatura; lo que incrementa la proliferación de vectores que transmiten enfermedades tropicales con alta probabilidad de convertirse en epidemias.
No supervisamos adecuadamente los sistemas de tratamiento del agua. En el texto del plan se afirma que los recursos destinados para este control van en descenso, con las correspondientes consecuencias en un punto vital de la salud pública. Seguimos permitiendo que ciudadanos (antiguos o recién llegados) asienten sus viviendas en zonas de alto riesgo.
Parecemos haber olvidado el pasado.
El Plan de Desarrollo que empieza a regir a Pereira lo dice, casi que lo grita en todos sus apartes: no existe información adecuada para planear, pero peor aún, no tenemos ningún tipo de control o de preparación para enfrentarnos a una catástrofe.
Desde esta columna de opinión hago un llamado respetuoso a los mandatarios locales para que piensen menos en las candidaturas a las próximas elecciones y se concentren en temas importantes de gobierno como estos.
Foto tomada de Revista Dinero
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