Los resultados de la votación de los colombianos el
pasado domingo generaron un desconcierto en aquellos que creían que el SÍ tenía
asegurada la victoria en las urnas.
Pasado ese impacto, es deber de todos reflexionar en la
manera de aportar para lograr el cese del conflicto armado en Colombia.
Como he venido insistiendo, estábamos en el escenario de
un acuerdo político, que buscó una refrendación cuyo trasfondo también era
eminentemente político.
El presidente Santos jugó sus cartas para lograr un
respaldo popular a lo pactado, lo cual le daría margen de maniobra, no
necesariamente para su implementación –bien es sabido que no era necesario
tramitar el acuerdo a través de un plebiscito- sino para la proyección política
de quienes habrán de manejar el país del postconflicto.
Lo que estuvo en juego todo este tiempo, así al colombiano
de a pie se le hubiera hecho creer otra cosa, fue una puja de fuerzas de los
diferentes actores políticos del país y no tanto el contenido de los acuerdos,
y mucho menos, como lo han reconocido todos los actores comprometidos en este
proceso, incluidas las FARC, la voluntad de buscar la paz.
Llevamos más de cincuenta años involucrados en una lucha
sin vencedores ni vencidos, en la cual el único perdedor ha sido el pueblo
colombiano. Y, no obstante, durante los últimos cincuenta años no había sido
posible sentar a este grupo guerrillero y llegar, aunque fuera por medio de un
proceso tortuoso y lleno de imperfecciones, a un escenario de negociación con
un acuerdo firmado.
Infortunadamente, y así lo han demostrado los hechos,
quien logró el acuerdo fue un gobierno impopular al que los votantes le pasaron
una cuenta de cobro. Esto no pudo preverlo el Presidente Santos, quien en su
afán de proyectar políticamente al país en función de sus objetivos
partidistas, no pudo calcular el riesgo que corría su principal propósito.
Así son los políticos: siempre en campaña.
No podemos equivocarnos en el sentido de entender que lo
que se prolonga con la victoria del NO en las urnas es el escenario de la
negociación política, que ahora, necesariamente, deberá incluir a otros
actores, en este caso al Centro Democrático quien se auto otorga la
representación de quienes votaron en contra del plebiscito, así no todos ellos
se sientan representados por esa fuerza política.
Lamento pensar que primarán más los intereses de cada
sector; y que la primera en entrar a este debate será la puja por las
presidenciales de 2.018.
Mientras tanto, los colombianos que queremos la paz
seguiremos trabajando, cada uno desde el lugar que ocupa para aportar a
construir escenarios de convivencia pacífica. Es un decir y no lo es: la paz
empieza por uno mismo. En ello, la actitud de cada colombiano será definitiva
para lograr cambiar lo que tanto dolor ha causado en el último medio siglo.
Foto tomada de: Publímetro.co
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