martes, 10 de febrero de 2015

DE LAS NORMAS AL COMPORTAMIENTO CIUDADANO

Me parece simpático, por decirlo de algún modo, que tanto se desgasten en discutir y aprobar reglamentaciones que, en su mayoría, son un saludo a la bandera.

Los veo revolotear, pensar que sus ideas son las primeras y las últimas del mundo, tal vez soñar con lograr lo que antes no, intentar dejar su impronta.

Nuevos o viejos funcionarios se enfrascan en discusiones eternas, buscando una perfección de papel.

La realidad pasa por encima de todas estas disquisiciones.  La situación se torna peor cuando, además, se habita el reino de la fingida inocencia:normas perfectas, exigencia en su cumplimiento inexistente!

Se discute, por ejemplo,  el ordenamiento territorial.  Se sueña con la ciudad ideal, se proyecta el territorio.

Ay! Si los ciudadanos de a pié pudieran salir con esos mamotretos decodificados, desprovistos de su saber para burócratas, y darse cuenta de qué tanto va de la teoría allí depositada a la realidad vista.

La reflexión más obvia sería la inexistencia de una autoridad que obligue a cumplir lo que, con tan buena fe, se han consignado en los códigos. 

Y es verdad: no existe control físico en Pereira, y el ordenamiento se queda en buenas intenciones plasmadas en el papel, para la gran mayoría.  Pero, hay un trasfondo todavía más importante: estar dispuesto a seguir o burlar las reglas siempre será un tema de convicción personal, que parte de la conciencia de pertenecer a algo que  justifica el comportamiento, en este caso a una ciudad que se habita y se considera como propia. 

Hay quienes cumplen con todo el rigor de lo impuesto, aunque su competitividad se vea afectada frente a aquellos que pasan por alto todas las exigencias.  No obstante, sus principios son más fuertes, y seguirán encontrando la manera de subsistir a la inequidad en la aplicación de las leyes. 

De todas maneras,  la demanda del cumplimiento de lo establecido en la legislación, es decir, un poco de coerción, siempre viene bien para desmotivar a los dudosos.  Porque, a los que están decididos a pasar por esta vida haciéndolo por encima de todos y de todo, a esos no hay quien los contenga.Habría que apostar por educarlos en lo que significa ser ciudadanos. 


Para muchos, habitar un territorio compartido, pleno de significantes y códigos, es una tarea azarosa e incomprendida.  Educar para la ciudadanía es un trabajo pendiente que empieza a convertirse en urgente!

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