martes, 7 de enero de 2014

DIA DE REYES, TODAVÍA SE PUEDEN PEDIR DESEOS


Sería bueno que este año más familias contaran con la debida asistencia social y, sobre todo, con trabajos de calidad.  Una condición física saludable y unos bolsillos convenientemente abastecidos no constituyen, per se,  una vida plena, pero favorecen el alcance de otros logros: intelectuales, culturales, sociales, interpersonales.

Trabajo y salud dependen, en buena medida,  de la gestión de los gobernantes: una sociedad que se anarquiza se empobrece.  Pero no es subsidiando y regalando sin miramientos como se desarrolla un país.  La salud es un derecho, y, por otro lado, los ciudadanos necesitan las condiciones de orden, seguridad, e inversión para encontrar opciones laborales, no sólo para subsistir, sino para realizarse como seres individuales. 

Encadenar a las personas a la dependencia de un subsidio es agresivo,  pues se les trata como incapaces, y obviamente al negarles las condiciones para ejercer su autodeterminación, se les garantiza como reos de quienes ejercen el poder. Por eso tanto subsidio es, en realidad, un regalo envenenado.

Si queremos una nación, una ciudad, con alguna posibilidad de convertirse en una civilización, debemos alejarnos de la tentación de recibir esos regalos envenenados. 

Sean cuales fueren, desde los contratos otorgados a dedo, trámites que se acortan porque se pagan las consabidas coimas, puestos que se reciben como pago a la supresión de la independencia, exenciones tributarias selectivas y sin justificación, trabajos en organizaciones sin ética y que roban a los clientes y al país, pasando por las sudaderas para el grupo de la tercera edad, hasta los cheques de familias en acción,  que han hecho que las familias no quieran volver a trabajar y se echen “en la hamaca de la vida” a esperar el cheque: todas estas prácticas son un tóxico para la independencia y la consolidación de la democracia, y, ojo, no son patrimonio exclusivo del sector público. 

Si seguimos como vamos, el futuro que nos aguarda lo podemos consultar fácilmente mirando para el lado.  Un pueblo empobrecido, embrutecido y esclavizado por los subsidios es Venezuela, una economía desestructurada, una sociedad insulsa y ridícula.   Sería demasiada vergüenza que permitiéramos que nuestro país se pulverice bajo la égida destructiva y corruptora de los subsidios. Por eso, además de buena salud y trabajo adecuado,  deseo que tengamos el valor de emanciparnos de ellos.  En ese momento nos daremos cuenta que hemos venido permitiendo que nos compren nuestra libertad a punta de migajas. 

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