martes, 4 de diciembre de 2012

Por lo menos que sea sin megáfono


Estamos en plena temporada decembrina y las calles se atiborran de gente y mercancías. Es una época linda del año,para mí la mejor, hay ambiente de fiesta y la gente está contenta. No obstante, para la ciudad es una época pesada, el tráfico se pone difícil y, válgame Dios, se incrementan las ventas ambulantes. 


Como dijo un amigo que tiene su consultorio en el centro, abrumado por lo que sucede en las calles, si no es posible restringir las ventas ambulantes, darles un poco de orden, ¡¡¡por lo menos que les quiten el megáfono!!! Comparto su opinión, si a la invasión de calles y andenes se le suma la contaminación auditiva y el trancón producido por carretas que, aunque no se pueda creer, circulan en contravía por las principales calles y carreras, la vida en el centro se hace insufrible.

El espacio público de la ciudad padece grandes males, y no sólo en el centro. Hay verdulerías en cada esquina, expendios que ya dejaron de ser “puesticos” y se volvieron verdaderas mayoristas de alimentos perecederos, todo tipo de maletines, cd, tiras de brassier, cordones de tenis, almanaques, ropa, uniformes de fútbol, relojes, gafas, comida y, ahora, artículos navideños, constituyen este paisaje urbano al que nos vamos acostumbrando. 

Las raíces profundas de esta problemática no son atacadas por razones obvias, pero nunca reconocidas en público por las autoridades. Es que el contrabando se parece demasiado al narcotráfico, y a veces se tocan. 

Lo que presenciamos en nuestras ciudades, invadidas de personas que subsisten como parte de estas redes, es un fenómeno económico, que encuentra sus cimientos en una economía pobre, en donde a la gente le toca rebuscarse como sea, en un entorno de autoridades permisivas. Y claro!!!, siempre está el mayorista aventajado, contrabandista sin escrúpulos, que, aprovechándose de la pobreza de los más paupérrimos, los explota, configurando esta siniestra cadena de ilegalidades, que infesta la economía de nuestras ciudades y la corroe hasta los tuétanos.

Está claro que no es fácil ser el funcionario encargado de estos asuntos. No obstante, hay cosas que hacer. Poner algo de orden y frenar la politiquería, que rebasa todos los límites racionales, en el manejo del tema, sería una buena manera de justificar la presencia en el cargo. Yo veo al Secretario de Gobierno permanentemente en fotos en Facebook, reunido con la comunidad de aquí y de allá, condecorado aquí y allá, y no lo veo actuando en el control del espacio público. Juan Carlos Valencia es una buena persona, eso no se discute. 

No sé si no tiene las herramientas, el respaldo para hacer valer las normas, o, si está demasiado concentrado en sus ambiciones políticas. De todas maneras, roguemos a Dios que este diciembre no nos deje de regalo muchos más vendedores instalados permanentemente en las calles. Hoy, según cifras oficiales, hay cerca de 2.200. El análisis de su situación, y cómo afectan estos al comercio formal, amerita escribir otro artículo.

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