Recientemente tuve la oportunidad de visitar Lima, Perú.
Esta ciudad, que hoy tiene 9 millones de habitantes, se ha desarrollado incorporando a su territorio municipios cercanos como San Isidro, Miraflores, Magdalena y Barranco, conformando una gran área Metropolitana que la une con el puerto de Callao.
En ella se encuentran zonas de un gran urbanismo, una muy buena arquitectura en sus casas y edificios, espacios públicos dotados de arborización y jardines muy bien cuidados, y grandes avenidas como el “zanjón” o República, que comunican una buena parte de su territorio; entre otros aspectos positivos.
Pero también una gran cantidad de cinturones de miseria, una notoria contaminación del aire, y sectores en donde el tráfico es un caos, entre otras cosas negativas.
Problemáticas que comparte con otras grandes ciudades latinoamericanas como Bogotá o Ciudad de México.
Pareciera que, en este tipo de mega urbes, se volvió inviable aplicar cualquier tipo de administración, reglas o proyecciones. Sobre todo en países poco desarrollados, estas ciudades son un caos incontrolable, que ya nadie intenta siquiera ordenar.
Entonces, viene una obligada reflexión acerca del tamaño de las ciudades y la incidencia que este tiene en la calidad de vida y su viabilidad desde todo punto de vista.
Un asentamiento urbano depende, fundamentalmente, del agua. Y, desde esa variable, que puede relacionarse en primer orden con el suelo disponible y los recursos para construir infraestructura (vías, espacio público, equipamientos, etc.), se debería partir para hacer una reflexión sobre el tamaño posible o deseable de una ciudad.
Pereira tiene una única cuenca que abastece sus necesidades, pero no se ve a nadie muy preocupado tratando de modelar cómo las restricciones que ello plantea deberán marcar el rumbo de crecimiento posible de nuestra ciudad.
Estamos a tiempo, y, además, no tenemos ni la infraestructura ni los recursos para crecer de manera desmedida. Es algo que los pereiranos tenemos claro intuitivamente.
Aguas y Aguas y Planeación Municipal, deberían hacer el esfuerzo por poner este tema en cifras, desarrollando un modelo que plantee nuestras reales posibilidades de crecimiento futuro.
Las decisiones en este aspecto hay que tomarlas en el presente, porque en un abrir y cerrar de ojos podemos pasar a tener un crecimiento desbordado e inmanejable.
Para seguir con el ejemplo, Lima en 1940 tenía cerca de 660 mil habitantes (un tamaño cercano al de Pereira hoy). Es decir, en los últimos setenta años, ha crecido quince veces su tamaño hasta llegar a los nueve millones de hoy.
En todo caso, la pregunta obligada sería: ¿hasta donde queremos crecer?
De tal forma que tengamos, como aún la tenemos, una ciudad gobernable, en donde la calidad de vida es reconocida como un factor diferenciador por propios y extraños.
A pesar de los problemas que puedan existir, estos todavía son manejables.
Y aún, contando con los yerros de nuestros Alcaldes recientes, Pereira se siente como una ciudad gobernable, en la que con autoridad y aplicando bien los recursos, se pueden mejorar notablemente las condiciones de vida de su población.
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