Tengo una tocaya que aspira a la Cámara por el partido MIRA. No la conozco, y tampoco tengo una opinión
sobre su proceder. Pero, como ambas hemos
estado en el quehacer público–ella, como representante, yo, como funcionaria,
en espacios académicos o profesionales-la gente nos confunde, y eso me ha
servido para entender lo que podría sentir si ella fuera yo.
A partir del ejercicio he comprendido que, aunque me gusta la
política, tengo más deseos que decisión en cuanto a lo público. Y es que al pensar en participar en primera
persona, tal y como están las cosas, siento que no podría asumir todo lo que ello
conlleva.
No es que me arredre ante el trabajo -escuchar, convocar y tratar
de dar solución a los problemas prácticos de la vida social en una ciudad o
región-, es que tengo una inmensa dificultad para responder con mi honra y mi
integridad por el tipo de política que se hace,que guarda tantas y tan oscuras
relaciones con la esfera criminal. Por el mismo carácter de nuestra sociedad, mafia,
contrabando, carteles de contratación, o el tráfico de intereses, orbitan alrededor de esta actividad, directa o
indirectamente, y hacen que pierda los sentidos de servicio social y de
protección del patrimonio común que le son inherentes.
Para “mojarse” en política, tal y como ella es hoy, se necesita,
primero, someterse al ejercicio
democrático de la elección, en el que los apoyos políticos son
importantes. Yo me pregunto, ¿con cuál
de los políticos, dueños actualmente de los caudales electorales, sería capaz
de tomarme la foto? Creo que con ninguno.
Lo otro sería resignarse a perder, lo cual es un
contrasentido, pues se participa para ganar y poder actuar. Y, suponiendo que sea
capaz de ganar, desafiando las lógicas
del sistema, el llegar a ser titular de una responsabilidad tan importante
obliga a ir contra intereses, prebendas y verdaderas empresas que se lucran del
erario público, poniendo en juego la integridad personal, si no se desea
cohonestar con lo que sucede.
Guardo la esperanza de un día en que nuestra sociedad se haya
desarrollado de tal manera que la política pueda realizarse de una manera
distinta, y se pueda prestar ese servicio -así no sea en primera persona-sin
sentir que se están violando los principios.
¿Llegará, o habrá que hacer que llegue? Es el dilema que aún no atino a
resolver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario