Nuestra sociedad es aquella que, como la definió en estos días un amigo cercano, “ejerce un profundo canibalismo social”.
Esa expresión tan peculiar quiere significar que estamos siempre prestos a devorarnos entre nosotros, en razón a las más variadas motivaciones.
Particularmente, me impresionan el odio y la falta de respeto con los que se llevan adelante los debates de los temas de interés general. Es notorio cómo los adjetivos reemplazan a una crítica sustentada en argumentos, y la difamación es la regla de uso cotidiano. Ese “calumniad que algo queda”, permea completamente nuestras estructuras sociales. Los infundios, que últimamente a los teóricos les ha dado por llamar la “posverdad”, se difunden indiscriminadamente, especialmente por las redes sociales, siempre tan prestas a dar por cierta cualquier afirmación sin tomarse el trabajo de verificar su veracidad.
El país cuenta con buenos ejecutivos líderes en sus empresas y negocios, académicos serios, y profesionales independientes muy bien calificados.
Muchos de ellos exitosos y bien intencionados, no se plantean la posibilidad de un servicio social, un cargo en el gobierno, o la participación en política; les aterra, y con sobradas razones, el riesgo de estar sometidos a todo tipo de injurias, maledicencias y tergiversaciones.
Por eso es de celebrar que todavía personas buenas se le midan al asunto, como la recién nombrada Secretaria de Planeación de Pereira, arquitecta Claudia Velásquez, de sobradas condiciones para ejercer el cargo y quien constituye un verdadero lujo para cualquier gabinete.
Infortunadamente, cada día son menos quienes se deciden a aceptar este tipo de retos, sobre todo en nuestra ciudad donde este fenómeno del canibalismo social se presenta con particular virulencia.
Y es que, a la par que nos quejamos de que siempre son los peores (mal preparados o corruptos) los que quieren hacerse cargo de lo que a todos nos corresponde, estamos listos para saltar encima de quien se postula o asume un liderazgo para desollarlo vivo. Lo que hacen los demás nos parece “sospechoso”, por el simple hecho de no haberlo hecho nosotros, y en esa tónica ni hacemos ni dejamos hacer.
Créditos imágenes: Runrunes y Semana.
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